El destino de “El Ramalillo”, la primera línea ferroviaria que asumió el Estado

El destino de “El Ramalillo”, la primera línea ferroviaria que asumió el Estado
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No existen estadísticas al respec-to y sería necesario un estudio detallado para señalar con certeza científica que el primer desplazamiento de la línea Betanzos-Ferrol marcó el carácter de quienes subieron a aquel tren, quince meses antes de la entrada en servicio de la ruta conocida como “El Ramalillo”. Uno de ellos es un niño de poco más de 11 años que, maravillado ante un acontecimiento histórico, “embarca” hacia la ciudad departamental sin medir las consecuencias de su aventura ni sospechar la prédica de su padre a su vuelta a Betanzos. 

Cuentan que “dejó los libros de la escuela a sus hermanas y se subió al tren, convencido de la entidad de aquella inauguración”, explica uno de sus descendientes  cumplidos cinco años del primer centenario de “El Ramalillo”.

La experiencia vital de este chico, transmitida de viva voz a sus herederos, es solo una muestra de la significación que la línea Betanzos-Ferrol tuvo para los ciudadanos de ambas comarcas, a principios del siglo XX. 

En este sentido, de acuerdo con los datos de actividad comercial que se genera a su alrededor, tanto durante las obras como en los primeros años de explotación, los diez municipios por los que discurre la ruta no pueden sino ansiar la “resurrección” de la ruta como complemento necesario a la movilidad entre el área metropolitana coruñesa, y los entornos de Betanzos, Eume y Ferrolterra.

“El Ramalillo” es la primera línea ferroviaria que asume el Estado y la segunda de vía ancha cuya explotación afronta directamente el Gobierno de España, por tratarse de un proyecto estratégico con fines militares para abastecer el Arsenal de Ferrol. 

Inauguración
Los retrasos en su construcción, que comienza en 1900 con la colocación de la primera piedra por parte de la regente María Cristina de Habsburgo y el príncipe Alfonso, todavía menor de edad, responden a los continuos desiertos de las subastas, la demora con que se tramitan las expropiaciones y el ritmo con el que se desarrollan las obras, que no se agilizan hasta 1912 cuando, con motivo de la botadura del Acorazado España, los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg “estrenan” la línea, que se abre de manera provisional: “Todavía no había estaciones construidas y el lugar que en el futuro ocuparían estas estaba señalado por unas banderas, e incluso arcos triunfales, circunstancias que explican que no entrara en servicio hasta el 5 de mayo del año siguiente (1913)”, relata Arturo Gutiérrez Morán en su artículo Ferrocaril de Betanzos a Ferrol. El Ramalillo”, publicado en el Número 29 del Anuario Brigantino. 

El autor, maquinista de Renfe entre 1962 y 2002 e hijo del factor del desaparecido apeadero de Paderne, realiza uno de los estudios más amplios y detallados sobre la línea, resultado de su vocación y de su constancia en la investigación de temas relacionados con el ferrocarril, especialmente sobre locomotoras de vapor y juguetes, siendo uno de los coleccionistas de piezas antiguas más importante de España.

En la actualidad, “El Ramalillo”, uno de los recorridos más vistosos del noroeste si se tiene en cuenta su completa integración en el entorno natural del Golfo Ártabro, no es uno de los más concurridos de la comunidad, pero los vecinos insisten en que la escasez de usuarios es la consecuencia directa de la disminución de frecuencias y el cierre de estaciones, y del deterioro del servicio y la ausencia de inversión para modernizar las vías, como denuncian casi a diario colectivos ciudadanos y alcaldes de los municipios por los que discurre, que lo reivindican como alternativa al transporte por carretera –ahora “casi obligado”– y como oportunidad para dar el impulso necesario para mejorar las comunicaciones en el Golfo Ártabro.

El destino de “El Ramalillo”, la primera línea ferroviaria que asumió el Estado

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