Betanzos-Los sentimientos, por encima del espectáculo

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  reportaje de lucía tenreiro

globo de san roque los preparativos

El nudo de pánico en la garganta de cada uno de ellos y el griterío de los feriantes no deja lugar a dudas: es 16 de agosto, San Roque. Los betanceiros, que definen su emoción como “algo inexplicable”, insisten en que, en cuestión de sentimientos, sobran las teorías. Porque el Globo de Betanzos “viaja según leyes que disienten de las keplerianas que fijaron para siempre el monótono movimiento de los astros”, escribió Álvaro Cunqueiro.
El centro de operaciones de la Familia Pita queda instalado a las 11.30 horas entre Santo Domingo y el Cine Alfonsetti. Allí, nietos, bisnietos y tataranietos de Claudino se encargan de dirigir el destacamento de betanceiros que, como manda la tradición, dejarán todo a punto a las 23.30. Entonces, una bomba de palenque anunciará la salida y el globo de papel más grande del mundo volverá a enfilar las escaleras para bajar a la plaza de García Irmáns.
“Con Marco Polo xa debía de ir un betanceiro, porque dende aquela época hai globos en Betanzos”. Es Emilio Claudino Pita Varela, nieto del artífice del ingenio, de 24,85 de alto y 51,5 de circunferencia. “Exactamente as mesmas que o que fixo o meu avó en 1875”. Los dibujos, en clave de humor, son los únicos que varían, dependiendo de los acontecimientos del año. “Onde está o Globo? No cine, envolto... na entrada do Alfonsetti”. El gigante, sobre el suelo de cantería recién recuperado, plegado y cubierto, pasaría inadvertido de no ser por las indicaciones de los Pita. Es mediodía y varios hombres empiezan a estirar la cuerda. Mientras, Andrés, que con menos de veinte años ya ha jurado, colaborado, asistido y hasta pintado en el Globo de San Roque, trata de explicar qué siente. “Bufff... Nervios. No sé... Hay que ser de Betanzos”.
Claudino Pita Gómez, nieto de Pita Pandelo, es el encargado de cortar la cuerda en el momento preciso, de “liberar” al Globo de San Roque de sus ataduras terrenales y de dejar que vuele con los espíritus más allá de la Torre de Santo Domingo. “El golpe ha de ser seco y limpio. Un trás y... adiós”, explica Claudino, que ya piensa en pasar el relevo a su hija Pilar, que sería la primera mujer en asumir una responsabilidad que ya tuvo su abuelo Alfredo.
Emilio también dirige el tensado de la cuerda antes de subir a la torre con todos los útiles para la medianoche, entre ellos el hacha para dar el “golpe final”. Si es la misma que la empleada por Pita Pandelo en 1875, la familia no lo confirma, pero Patricia, bisnieta de Claudino, nieta de Jaime e hija de Emilio, señala que las tijeras con las que se corta el patrón, como él mismo, sí son originales.
En la Torre de Santo Domingo, cara a cara con la tradición, unas cinco personas se encargan de amarrar la cuerda y colgarla. Abajo, junto a las escaleras, otro espera con el “mazo”, al que se atará el “periquito” del globo. En el extremo inferior, unas cintas blancas, que servirán de indicativo de la dirección del viento. Aunque Emilio Pita, a doce horas vista, lo tiene claro: “Estará a noite perfecta para o Globo de San Roque”.  
El aerostato “piteño”, como lo “bautizó” Cunqueiro, no se dejará  ver hasta después de la Función do Voto a San Roque en que, al margen de la milenaria ofrenda el  alcalde, los Pita también brindarán al patrón con un trozo de cuerda, otro de papel y un fajo de centeno, como elementos clave de la construcción del coloso. Una vez finalizada la ceremonia religiosa, el globo se trasladará desde el Cine Alfonsetti hasta la iglesia de Santo Domingo para descubrirse a los pies del Peregrino de Montpellier. “El abuelo –precisa Emilio– decía que daba suerte”. Entonces, le coserán la boca, con el cesto para la mecha. “Por encima del espectáculo, está el sentimiento de toda una ciudad, y su devoción a San Roque”, matiza Pita.

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