Betanzos se entrega sin complejos a su juerga centenaria en Os Caneiros

Betanzos se entrega sin complejos a su juerga centenaria en Os Caneiros
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Los betanceiros se presentan entusiasmados para dejar bien claros los trazos que definen Os Caneiros, una romería sin santo pero con cientos de años y miles de incondicionales que se entregan con ahínco y sin complejos a la fiesta del Mandeo. 
Cada 18 de agosto, la capital brigantina, como todo el conjunto geográfico mariñán, se convierte en una ciudad “cuasi fantasmal” porque sus vecinos, grandes y niños, abuelos y nietos, se asoman al río para disfrutar de la segunda gran cita del San Roque. Desde A Ponte Vella hasta Armea, pasando por Os Ánxeles, San Xiao, O Regueiro de Obra, la Curva do Espello. 
Los betanceiros, en virtud de una interpretación estricta de la historia, apelan al sentido común, al respeto y a la esencia de Os Caneiros. Los más jóvenes, ajenos a los apuros de última hora de quienes llevan semanas preparando el festín, buscan algún preparado fácil de transportar con que saciar su apetito y enfilan el sendero hacia Coirós. 
Unos y otros, marinería e infantería, presumen, a partes iguales, de la tradición y de la juerga de Os Caneiros. Porque la dualidad romería-botellón se mantiene una edición más a pesar del empeño de los brigantinos y de los mensajes de concienciación lanzados desde la sociedad civil y el Ayuntamiento de Betanzos. “No sabemos de dónde puede llegar tanta gente, pero en media hora pasaron por aquí cientos de chavales”, explica una vecina de Os Ánxeles. 
“Se o río dos Caneiros levara coñac...” Una barca, otra, una tercera, otra más pequeña, y una cuarta de las que remontan el río “a la plancha”;  un chiste, un chascarrillo, más canciones, baile... hasta que el olor a “calimocho” rompe el hechizo del Mandeo. Entonces, la “marinería” descubre a los cientos de quinceañeros que han subido de “infantería” y que, con las mochilas cargadas de bebida y el estómago vacío de comida, toman una romería cuya historia más reciente se escribe a golpe de asalto y desparrame entre los plátanos, lanzándose al río, sin ropa o con ella, entre gritos y carreras, con el fondo musical de la NBA.
La marinería se resiste a abandonar la lucha, mientras la infantería despliega todos sus efectivos a favor del “mocho”, las camisetas hechas jirones y las “pistolitas” de agua cargadas con tinto de brick que, sin llegar a Os Caneiros, ya corre como un río por delante del antiguo Capitol.
En el campo corre el vino y el barro, pero también el buen humor y la alegría de una celebración que, a pesar de las concesiones, sigue sin perder la magia que le imprime el Mandeo.
 En una de las riberas, justo en al entrada por el lado betanceiro, alguien comenta: “O problema é que os rapaces queren beber os Caneiros dun solo grolo...” Y Os  Caneiros, dicen los que más saben, deben saborearse en la subida, digerirlos bajo los árboles y disfrutarlos en el regreso, a la hora que establezca la marea, sin sobresaltos, hasta Betanzos.

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