“El abuelo Claudino, como artista, estaría orgulloso de mi trabajo en El Gallo Rojo”

“El abuelo Claudino, como artista, estaría orgulloso de mi trabajo en El Gallo Rojo”

Si Claudino levantase la cabeza gozaría escuchando a Pancho. No es el único de los nietos de Pita Pandelo al que llamó la atención el mundo del espectáculo, pero solo Pancho puede presumir de haber conocido a Lola Flores, Raphael, Ray Charles, Paul Anka o Louis Amstrong.

Aunque es betanceiro de O Progreso, atravesó la “frontera” siendo niño para pasar la Guerra Civil en Abegondo, en la casa matriz, por vía materna, en Abegondo. Desde entonces, no dejó de cruzarla y, setenta años después, sigue recorriendo, de una extremo a otro, toda España.

¿Dónde conoció a Lola Flores? En El Gallo Rojo, la sala de fiestas más importante de todo el Levante. Allí trabajó Pancho Pita, al lado de Miguel Vidal Massanet, propietario del mítico local y gran amigo del de Betanzos.

Lola Flores fue la encargada de inaugurar la sala en 1962, y cobró 75.000 pesetas


Este betanceiro conoció a los más grandes, desde Rocío Jurado a Louis Amstrong, Ray Charles
o el bailarín ruso nureyev

El Gallo Rojo abrió en 1962, con una actuación de Lola Flores. Cobró 75.000 pesetas, a repartir con los músicos y El Pescaílla. “Era tal la expectación, que la gente rompió las puertas y se coló”, señala Pita. La orquesta que inauguró, la de Marino Marini, ingresaba cada día 25.000. Pero 25.000 de las del 62.

Vidal Massanet, con quien Pancho había trabajado en la sala Albany como “maitre” de La Goleta, otro clásico alicantino, compró un palmeral en La Baseta de Campello, a solo unos metros del Mediterráneo. Allí levantó El Gallo Rojo, “una de las salas más famosas de Europa” hasta su cierre, en 1984, con la actuación estelar de Camilo Sesto.

 

“Archivo”

Pancho Pita ha sido el encargado de proteger el “archivo” de la sala, desde los carteles de distintos espectáculos hasta los contratos de algunos artistas, como Marujita Díaz o Sara Montiel.

De todos ellos guarda, además, algún recuerdo de su paso por El Gallo Rojo. “Aunque mujer dice que la que me marcó fue Ivonne de Carlo”, comenta con una sonrisa Pancho Pita.

“Los tres primeros años, la entrada con consumición era de 50 pesetas, e incluía autobús de ida y vuelta, desde la Esplanada de Alicante hasta Campello”. Este es uno de los datos curiosos que, como las anécdotas, conserva en su memoria el nieto de Claudino. “¿Que qué me diría el abuelo?”, se pregunta Pancho. “Creo que estaría orgulloso, con lo que a él le gustaba este mundo de artistas”, contesta al instante el de Betanzos. Tan artista que inventó el Globo de San Roque y abrió el Alfonsetti, donde Pancho, aunque todavía en el vientre de su madres, conoció a Isbert.

 

Estrellas

El Gallo Rojo se convirtió en la meca de los más grandes en los 60 y los 70, los años dorados de la música en directo y del espectáculo en vivo desfilando por su escenario, de modo exclusivo, los mejores y más populares cantantes de la época, entre ellos los norteamericanos Ray Charles o Louis Amnstrong; los franceses Adamo o Gilbert Becaud, y “todos los españales”, desde “la Jurado y la Pantoja, Nino Bravo o Joan Manuel Serrat”.

También el ruso Nuréyev, y un argelino, Enrico Macías, que “quizá por desconocido, me pareció la mejor voz que pasó por aquel escenario”, y que, por “cuestiones diplomáticas”, provocó “el único follón” que hubo en la sala en 22 años. “Había dos facciones y, sin saber por qué, empezaron a volar las sillas y las mesas”, comenta Pita.

Julio Iglesias, como muchos otros, tuvo que pedir permiso a Vidal Massanet para actuar en el Festival de la Canción de Benidorm, ya que una de las normas de la sala era que, ni quince días antes ni quince días después de su actuación en El Gallo Rojo, ningún artista podía anunciarse o subirse al escenario de otro establecimiento o lugar de España.

Pancho, que pasa casi todo el verano en Betanzos, no faltó a la cita del 16 de agosto con San Roque y con el espíritu del abuelo, del que heredó, además del arte, el nombre: Claudino.

Cuando regrese a Alicante, con los recuerdos de El Gallo Rojo intactos, seguirá colaborando con la Asociación de Campelllo que, desde hace unos meses, trata de recopilaar la historia de una sala de fiestas por la que pasaron los más célebres y que, en palabras de colectivo, puso a Campello en el mapa. De la misma manera que Pita lleva a Betanzos por el planeta Tierra. n

 

“El abuelo Claudino, como artista, estaría orgulloso de mi trabajo en El Gallo Rojo”

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