Decía el estribillo de una canción de los ochenta que el vídeo había matado a la estrella de la radio. A la cabina de teléfonos le pasó, más o menos, lo mismo con el teléfono móvil. Desde que llevamos encima nuestra propia ‘cabina’ particular, aquellos armarios transparentes que permitían hacer algo tan moderno como llamar a alguien en plena calle han pasado a mejor vida.
Hace apenas siete años, en 2018, había cerca de 80 cabinas telefónicas repartidas por A Coruña. En 2021, junto con otra antigualla, la guía de teléfonos, dejan de ser consideradas un elemento indispensable para las comunicaciones y empiezan a ser retiradas de las calles. ¿Todas? Todas no. Al menos una se mantiene como la aldea gala de Asterix se resistía al romano invasor. Y, además, sigue funcionando.
La cabina fue inventada en el año 1889 por William Gray. Este norteamericano colocó una máquina en un banco de Hartford, en Connecticut, que permitía hacer la llamada, y también pagarla, sin necesidad de recurrir a la operadora. La primera cabina, por así decirlo, se instaló en España en 1928, en el Florida Park, en el parque del Retiro de Madrid, y necesitaba de una operadora, tal y como explica Emilio Rodríguez en el blog de Movistar, aunque tal y como las conocemos no empezarían a llegar hasta los años sesenta. Primero, en Madrid y Barcelona; luego se expandirían por las capitales de provincias.
Los teléfonos públicos existían pero funcionaban con fichas o necesitaban de una operadora. Las cabinas propiamente dichas empiezan a funcionar como esas instalaciones con puerta en las que se introducían monedas para poder hacer la llamada.
En 2021, junto con la guía telefónica, dejaron de ser elementos indispensables para la comunicación y fueron retiradas
En A Coruña, desde hace unos años, han ido cayendo una por una, para tristeza de quienes consideran que suponen una parte importante del patrimonio y que debería quedar alguna para que las nuevas generaciones entiendan cómo funcionaban las telecomunicaciones cuando los teléfonos estaban amarrados a un cable.
Entre quienes desarrollan esta labor divulgativa se encuentran los responsables del Museo Didáctico de las Telecomunicaciones (Muditel), que tiene su sede en el edificio de Telefónica, en el 31 de la calle Antonio Ríos.
Es precisamente en este museo en donde todavía se puede encontrar una cabina en A Coruña para hacer una llamada. Aunque realmente es un elemento ‘adoptado’, porque no estaba ubicada originariamente en la ciudad, sino en una zona más rural.
Se trata de una cabina telefónica completa, de las de puerta plegable, que se incorporó en el año 2022 a los fondos del museo y con la que, de manera práctica y didáctica, es posible comprender cómo funcionaban estos aparatos de previo pago.
La pieza esta identificada con una placa en la parte superior de la puerta, al igual que todas las de esta serie. En este caso, el número que figura es el 7146A, lo que ha permitido a los responsables de Muditel localizar cuál era su procedencia e, incluso, obtener fotografías en la ubicación en la que prestó servicio durante casi medio siglo gracias las fotografías de Google Maps.
Tal y como explican en el blog historiatelefonia.com, esta cabina “es del tipo Garza” y estuvo prestando servicio en la población de Trabada, en Lugo. Concretamente, en la Rúa do Concello, número trece, lo que se corresponde con el kilómetro 11 de la carretera LU-123. Los expertos consideran que lo más probable es que se hubiese puesto en funcionamiento a mediados de los años 80 del pasado siglo.
Estas cabinas, fabricadas por la empresa madrileña Garza-Diviloc S.A, eran en su momento los modelos más modernos que había en el mercado. Tenían láminas de vidrio laterales de una sola pieza –sin travesaño intermedio de aluminio– y tenían dos tipos de puertas: uno con dos hojas plegables (asimétricas), que es el caso de la que hay en el Muditel, y otra de hojas iguales de vaivén.
Allí estuvo a lo largo de los años, tal y como atestiguan las fotografías subidas por Google Maps, que se pueden ver de los años 2009, 2012 y 2014.
El traslado de la cabina hasta su ubicación definitiva en el museo, en donde había que buscarle un espacio adecuado, no fue fácil. Así lo explican en el blog, con varias imágenes del operativo. Cuando llegó al Muditel, fue preciso desmontarla para llevarla a otra sala donde hay más espacio y volver a montarla de nuevo: “Se echó en falta unos planos o alguien que indicara como hacerlo”, se lamentaban.
Quienes visitan el museo pueden tener la experiencia de llamar cómo era llamar desde una cabina. Ahora hay que explicarles a las nuevas generaciones qué es ese extraño sitio en donde se queda encerrado José Luis López Vázquez en aquel mediometraje de Antonio Mercero. Y por qué, desde entonces, quienes la vieron jamás volvieron a cerrar la puerta del todo.