Reportaje | Urbano Lugrís Vadillo, navega por los... mares celestiales

Reportaje | Urbano Lugrís Vadillo, navega por los... mares celestiales
Lugrís Vadillo reconoció en una entrevista a Nonito que no le preocupaba la posteridad

En una ocasión Urbano Lugrís Vadillo me dijo: “El mar para mí es vida. Como pintor no puedo hacer ningún cuadro en que no haya ninguna referencia al mar. Para mí el mar es todo. Siempre está en mi retina y en mi sentimiento”.
Y hacia allá, hacia el mar eterno, ha emprendido viaje a los 76 años. Compartimos pupitres en la Academia Galicia de A Coruña y formábamos parte del “club selecto” de “los buenas piezas”. La vida nos llevó por estancias diferentes, aunque las vivencias compartidas en aquellas aulas, prorrogadas con los castigos que ampliaban a menudo el horario escolar un par de horas, quedaron impresas a través del tiempo.
En 1999 nos reencontramos en la presentación del disco de Luar na Lubre, “Cabo do Mundo”, que se había realizado en el “Acuario” –Casa de los Peces– de A Coruña, en cuya portada se incluía una obra de su padre. Al vernos nos fundimos en un fuerte abrazo al que siguió un viaje al pasado recordado con risas melancólicas... “¿Te acuerdas Nonito de cuando te pedí prestado un bolígrafo Parker, que nunca te devolví?...”.
Aquel reencuentro me dio la ocasión de proponerle una entrevista para el Ideal Gallego, y aunque no les gustaba mucho salir en los “papeles”, accedió. En ella contaba cómo se hizo marino, gracias a  un vecino de habitación en la pensión Bergantiños de la calle de Santa Catalina donde vivía y que estudiaba Náutica.
Relató las vivencias llenas de salitre de nueve años embarcado: “Di la vuelta al mundo aunque tardé un poco más que Cantinflas. A mí me llevó un año recorrer dos veces todos los mares del mundo”, y como “plagio” a su padre Urbano Lugrís que, al enterarse le dijo: “Para la próxima ocasión ten más cuidado con la firma que te salió mal”. No estaba preocupado por la posteridad –dijo– : “A mí eso no me preocupa  porque los cuadros que vendo, ya no son míos”.
Reconoció que fue pintor porque lo fue su padre: “Yo con doce años quería demostrar que pintaba mejor que mi padre. Empecé a dibujar y pintar para hacerle, de alguna manera, la competencia”.
Confesó que los primeros dibujos suyos, cuando dejó de “copiar” a su padre, se los había comprado Carlos González Garcés y el primer cuadro, una Inmaculada Concepción, lo había adquirido Isaac Díaz Pardo.
Y por si pensaba que tenía obra de su padre en casa, lo dejó claro: “No tengo nada. Bueno, un plato que me regalaron y una paleta para mezclar colores. Nada más. Todo lo que tenía lo fui regalando a mis amigos”.
Así era, a grandes trazos mi amigo, encerrado en su mundo de intimidades artísticas. Pero tanto su nombre como su apellido hablan hoy elocuentemente y se expresan con fluidez a través de colores, armonías y sensaciones que se escapan de lo superfluo a través del idioma universal del arte donde Urbano Lugris Vadillo, ha logrado crear un vocabulario artístico propio que, aunque a él no le importara, ha entrado en la posteridad.

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