
Los tiempos de inflación e incremento de costes acostumbran a aguzar el ingenio de los dos principales actores de la actividad económica: los empresarios y los clientes. Así, mientras los primeros hacen todo un ejercicio de equilibrio entre el precio de venta y el que puede soportar su público objetivo, este se lanza a una aventura que hace florecer nuevos negocios: la búsqueda de la ganga y la mejor relación calidad-precio. Especialmente presente en contenidos de internet de todo tipo, esa búsqueda online que hacen muchos tiene desde hace unas semanas un tesoro por descubrir: Bocaos.
Situado en el número 14 del paseo de los Puentes, casi todo resulta tan atípico como positivo para el sector y los consumidores. “Sabores que sorprenden, precios que encantan”, reza el eslogan a la entrada de un establecimiento agradable y coqueto, en el que el principal atractivo está en la carta. Y es que la relación entre lo que se oferta y lo que se cobra permite hacer un juego antes de sentarse a comer: adivinar el precio justo de cada propuesta. La mayoría de los que lo intentan fallan. O se pasan, que diría el inmortal Joaquín Prat sénior. Por un lado, brioche de costilla a la barbacoa, tosta de pulpo, carrilleras en salsa ‘Cherry Lady’ o trufadas. Por el otro, unos precios que oscilan entre los 5,5 y los 6,5 euros para casi cada opción de la carta. El mayor desembolso no llega ni de lejos a los 10 euros: el tartar de salmón se queda en los 9. Además, entre semana es posible probar un contundente menú a precio universitario, que dirían los antiguos: el brioche favorito, costilla BBQ, carrillera o pollo teriyaki, patatas y bebida a elegir, todo por 6,5 euros.
Responsable
Y es que, para analizar qué ofrece Bocaos resulta importante saber quién está detrás y de qué forma se ha llegado al modelo de negocio. Si atípica es la relación calidad-precio de una manera similar se puede calificar la aventura de David Jaén Blanco, un joven de 25 años que ha confiado al proyecto de Bocaos su primer emprendimiento profesional. Y, pese a su inexperiencia, no ha dejado nada a la improvisación. “En esta zona iba a abrir una cocina fantasma, pero me di cuenta que necesito al público”, explica. “He estado dos años dándole vueltas a qué quería montar. El segundo año se basó sobre todo en la financiación, mientras que para la búsqueda del local estuve unos nueve meses, porque los alquileres están ahora muy elevados”, añade. Acerca de sus primeras sensaciones asevera: “Siempre me habían hablado de que la hostelería era muy sacrificada, pero sobre todo estaba el miedo a ser autónomo, a contratar gente y que se vayan y busquen otra cosa”.
De momento, rodeado de sus primeros clientes fidelizados y de un horno y dos freidoras pequeñas, David tiene claro que el futuro de Bocaos no es una estación temporal. Se trata de un proyecto de vida. “Me veo abriendo muchos Bocaos a lo largo de mi vida y, de aquí a seis meses, teniendo un segundo local”, dice una persona que, por formación, es un estudioso de los números. La capacidad empresarial se la dieron las aulas, pero el toque en la cocina, ese que se tiene o no se tiene, está muy relacionado con los aromas y la forma de trabajar que percibía en casa de su abuela, presente incluso en esa salsa Cherry Lady.
Sobre el secreto de los precios, el joven empresario sentencia: “Buscando buenos proveedores y haciendo mucho producto, así es como se ajustan los precios”. De momento, confiesa que las primeras semanas ha trabajado con una propuesta más reducida, aunque la intención es incluir bocaos de carne ao caldeiro o carne asada tradicional entre sus creaciones. Y todo a precio de tapa.
