La ciudad de A Coruña vive los años 30 marcada por la emigración y el paro

La ciudad de A Coruña vive los años 30 marcada por la emigración y el paro
Trasatlántico en ruta a puertos americanos, en primer plano Atlantic Hotel en el año 1910 | Fernández Caamaño

Como evento más destacable en la ciudad coruñesa, el 17 de Junio de 1934, es la inauguración en San Andrés, del nuevo edificio de la Caja de Ahorros, cuya sede será conocida por la ciudadanía como; La Torre del Reloj, esta entidad venía funcionando desde 1876 en la rúa Nueva número 20, siendo la primera caja que funcionó en España, la de Madrid, a la cual dio vida el insigne coruñés marqués de Pontejos en el año 1839, este nuevo edificio estaba diseñado por el arquitecto Eduardo Rodríguez Losada y se alzaba en un solar que hacía esquina a las calles Castelar (rúa Nueva) y San Andrés, cuya cúpula estaba coronada con una torre en donde se alojaba un reloj con su carillón, que iba cantando las horas a la ciudad, su superficie después del derribo de la antigua casa que ocupaba la entidad, y la compra de las otras cinco fincas contiguas, propiciarían un solar de quinientos metros cuadrados construidos, a la vez que las obras habían durado. Cuatro años.


Mientras que el puerto contaba con numerosas líneas navieras en travesía regular a Suramérica, que partían de este puerto, muchos navíos de pasaje lo tenían como un puerto de escala en la travesía de Europa al continente americano, algunos tocan diversos puntos de Estados Unidos. No admiten viajeros en tránsito de emigración, salvo que contasen con todos los visados exigidos por las autoridades de aquel país, este trasiego de vapores era frecuente por el flujo emigratorio hacia los lugares de habla hispana, siendo los puertos principales La Habana, Buenos Aires, la Guaira y Montevideo, algunos se desplazaban hasta Brasil, a cuyo país se le denominaba el del futuro, debido a su gran extensión y porque el mismo casi estaba aun sin explorar, las selvas que cubren su suelo eran muy amplias y difíciles de atravesar en dirección al interior y en donde se aseguraba todavía vivían los pueblos indígenas de las épocas más antiguas.


Por lo que en esta ciudad embarcaba todo tipo de gentes, pero en especial las que carecían de trabajo y habían perdido toda la esperanza de hallarlo, como es natural, era mucha gente la que estaba en esta situación, por lo cual la salida más inmediata que se tenía era el camino de la emigración a América, para el país gallego esta sería la más trágica de sus sangrías humanas, los hijos de esta tierra como una masa uniforme se encaminaron voluntariamente a su destierro en ultramar, la tristeza en los muelles se palpaba diariamente, las lágrimas de los que se iban eran tan dramáticas como las que dejaban caer los que se quedaban, el alma se sobrecogía ante tan penoso adiós y nadie se sentía ajeno en medio de tanta tragedia. Muchos de los que partían, sabían que no volverían más, lo presentían y el ambiente que se respiraba también lo intuía, no regresaron ni para dar el definitivo adiós a sus seres queridos que dejaban este mundo, muchos de los emigrados fracasarían en sus intentos de progresar en tierras de América, otros muchos crearían una nueva vida en aquellos lugares y se olvidarían de alguna manera de sus lazos afectivos con los seres que aquí dejaron, porque su vida ahora se encontraba donde estaban, lo demás pertenecía a un pasado al que no querían regresar y los menos, tan solo un pequeño grupo, que habría logrado triunfar en la tierra de los sueños, volverían a sus casas maternas enriquecidos y como acto de filantropía destinarían recursos importantes de sus fortunas a desarrollar a la olvidada Galicia. Creando escuelas en sus pueblos respectivos, obras pías u otras de interés social, para que los moradores de esta Galicia, les recordasen más allá de sus días, por la obra que habrían realizado en favor de los suyos.


La emigración se incrementaría, incluso con la salida de grupos familiares al completo camino del exilio forzoso, unos años más tarde, cuando la guerra de España con sus ideales por bandera destrozó todo a su paso, por lo que ya nada sería igual, ni tan siquiera nuestros pensamientos.


Lo que parecía innegable, aunque quizás no fuese del todo cierto, ya que la realidad todavía más cruda que la fría estadística que arrojaba el paro en España y que, a 31 de Julio de 1934, anunciaba cifras preocupantes;


Enero, contaba con 625.097 parados, Febrero, 608.746, Marzo, 666.628, Abril, 703.814, Mayo, 630.198, Junio, 483.994 y Julio, 520.847 parados.


Por sectores, el paro se configuraba de este modo;


Industrias agrícolas y forestales. 270.813 parados. Del mar; 8.951. De la Alimentación; 8.199. Industrias extractoras; 8.615. Siderurgia y metalurgia; 18.376. Pequeña metalurgia; 15.454. Material eléctrico y científico; 806. Industrias químicas; 2.249. De la construcción. 89.900. De la madera; 15.601. Textil; 9.076. Confección de vestido y tocado; 6.159. Artes gráficas y prensa; 2.332. Transportes ferroviarios; 261. 


Terrestres; 7.576. Marítimos-aéreos; 2.174. Comunicaciones. 2.654. Comercio en general; 7.011. Agua, gas y electricidad; 814. Hostelería; 3.319. Servicio e higiene; 763. Bancos, seguros y oficinas; 3.813. Espectáculos públicos; 6.782. Otras industrias y profesiones: 29.148. Sumando los 520.847 antes reseñados.


Unos meses más tarde, el 31 de Diciembre, la tasa de paro afectaba a 667.898 personas en todo el Estado, siendo los gremios de Industrias agrícolas y forestales, los que sumaban el mayor número con 414.164 personas. A continuación, se situaba la construcción y sus derivados con 93.368. Mientras metalurgia y siderurgia, se repartían otros 16.919 parados. Un mes después, enero de 1935, la tasa de paro aumentaba hasta alcanzar las 711.484 personas, sin empleo, con lo que la situación para muchas familias era altamente preocupante y en algunos casos, insoportable, por lo que no tenían más salida que el camino de la emigración voluntaria, pero pese a este flujo migratorio. El paro en España seguía aumentando, alcanzando cifras insólitas en proporción a la población que había.

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