
El incendio forestal que se originó el pasado agosto en Llamas de Cabrera (León), que se unió al de Yeres y afectó al conjunto paisajístico leonés de Las Médulas, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, quedó extinguido a última hora del sábado, casi dos meses después, tras sumar un total de 58 jornadas de lucha contra el fuego.
El incendio, que se declaró por un rayo sobre las nueve de la noche del 8 de agosto, se ha dado por finalizado tras calcinar unas 22.300 hectáreas de terreno, según la información facilitada por la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta de Castilla y León.
Ese fuego, uno de los más importantes del verano, quemó, según las mediciones oficiales de la Junta de Castilla y León, cerca de 3.740 hectáreas de arbolado, 16.365 de matorral, 2.153 de pasto y algo más de 25 de superficie agrícola.
Originado en el municipio leonés de Benuza, movilizó más de 150 medios de extinción tanto de la Junta de Castilla y León, como del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico y de la Unidad Militar del Ejército del Ministerio de Defensa.
El entorno del paraje natural de Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1997, intenta recuperar la normalidad tras haber “tocado fondo” con los incendios, ante lo que urge inversión y un plan de gestión integral en pro de un resultado “armónico”, para lo que demanda la “voluntad” de las administraciones, piden los vecinos.
Este fuego obligó a desalojar o confinar a 800 vecinos y fue uno de los más virulentos que asolaron el país durante el verano. El desastre se agravó, además, al comprometer 2.000 años de historia en el Monumento Natural de Las Médulas, la mina de oro a cielo abierto más extensa del Imperio Romano.
Con el recuerdo de aquellos días de incertidumbre en mente, los vecinos y trabajadores de este enclave berciano luchan por retomar la normalidad, una situación que tardará años en llegar tras los efectos de las llamas en un paisaje en el que ahora contrastan el verde y el negro. Esta “obra de gigantes”, como definió el naturalista y militar romano Plinio el Viejo (23-79 d.C.), se tiñó de negro por las llamas, que se llevaron a su paso hogares, siglos de historia y castaños centenarios.