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Kerry Kennedy, hija del senador Robert Kennedy y sobrina del presidente J. F. K.
Kerry Kennedy, hija del senador Robert Kennedy y sobrina del presidente J. F. K.
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Disculpen que hoy me ponga serio, pero incluso los columnistas gallegos —a quienes nos persigue la reputación de retorcer las palabras en busca de una última gota de ironía— de vez en cuando nos sacudimos la retranca de encima para pensar en cosas importantes.

Quisiera hablarles en esta ocasión de Kerry Kennedy, hija del senador Robert Kennedy y sobrina del presidente J. F. K. Una activista estadounidense que, desde la fundación que lleva el nombre de su padre, ha consagrado su vida a la defensa de las libertades individuales y los derechos humanos. Para rendir homenaje a esa trayectoria, la Universidad Intercontinental de la Empresa celebró este lunes una emocionante ceremonia en la que se invistió a Kerry Kennedy como la primera profesora honoris causa de la UIE.

A los que somos americanófilos —algo que ahora mismo no está muy de moda y que les confieso aquí, entre nosotros, en voz muy baja—, una de las facetas que más nos fascina de Estados Unidos es la capacidad de sus ciudadanos para aligerar la solemnidad de un acto público con algún toque personal fuera de guion. En el auditorio de Abanca en la calle Preguntoiro de Santiago —el mismo local donde los más veteranos aún recordamos los viejos almacenes El Pilar—, en medio de las togas y los birretes, entre la pompa y la circunstancia que revisten toda ceremonia universitaria, la señora Kennedy se presentó con su perrita Scamper. La preciosa caniche blanca —una bendita que no dijo ni mu durante todo el acto— arrancó la primera sonrisa a los presentes y alivió la tensión que siempre conllevan los honores y protocolos. Con toda naturalidad, la homenajeada subió al escenario con la perrita, que atendió muy seria a los discursos y arropó a su dueña en una jornada tan emotiva.

En su laudatio, el rector de la UIE, Miguel Ángel Escotet, tuvo un cariñoso recuerdo para el senador Robert Kennedy, asesinado en 1968 en el arranque de su campaña como candidato demócrata a la presidencia de EE.UU. Sólo cinco años antes, su hermano John había sido abatido en las calles de Dallas, en un magnicidio que conmovió –y todavía conmueve– al mundo. Escotet defendió los valores que guiaron al senador y que guían ahora a su hija al frente de la fundación Robert F. Kennedy Human Rights. Entre esos principios, resaltó la compasión. Una palabra quizá hoy algo devaluada, pero que, si la recuperamos en su significado original de padecer con el otro, se convierte en una de las grandes señas de identidad de nuestra cultura. La compasión, la empatía, el saber situarse en el lugar de los demás, es lo que otorga todo el sentido a la lucha por las libertades y los derechos fundamentales.

La señora Kennedy también reivindicó con orgullo el legado de su padre. Recordó cómo, durante los disturbios por la muerte de Martin Luther King, se desplazó a Washington para frenar la ola de violencia desatada como respuesta al asesinato del líder del movimiento por los derechos civiles. Al evocar el coraje del senador Kennedy tratando de calmar a los manifestantes en medio de las calles incendiadas, la nueva profesora honoraria de la UIE quiso llamar a los jóvenes a no rehuir los problemas y afrontarlos con valentía: “A veces hay que ir hacia las llamas”. Ante un auditorio lleno de estudiantes, los animó a informarse, votar y participar activamente en la defensa de los valores que nos unen frente a la actual ola de movimientos antidemocráticos.

Será que siempre acabo por llevar todo al terreno de la literatura, pero tras los sentidos aplausos y el Gaudeamus igitur, al caminar luego por las rúas de Compostela y darle vueltas a la moviola de la ceremonia, Kerry Kennedy y su inseparable caniche me recordaron aquel cuento de Chejov titulado La dama del perrito (que Nikita Mikhalkov transformó en la deliciosa película Ojos negros). Porque sin duda la profesora Kennedy, con su lucha incansable por los derechos de todos, es una de las grandes damas de nuestro tiempo.