Juan Varela | “En Madrid presumen de su canal de Isabel II pero el agua de Coruña es insuperable”
De fotoperiodista a gestor cultural, actualmente su vida transcurre entre Madrid y su ciudad natal, de la que añora su calidad de vida, la comida y, por supuesto, el mar que la rodea por todas partes

En otro tiempo, vivía de hacer fotos para la prensa pero hace años que Juan Varela (A Coruña, 1977) se pasó al otro lado. Ahora es el que elige las imágenes que ilustran libros o exposiciones, como coordinador general de Photo España. “Igual no está bien lo digamos nosotros –argumenta– pero es uno de los acontecimientos de fotografía más importantes del mundo”. Se fue a Madrid pero quería mantener esa implicación con A Coruña, así que, junto con Amador Lorenzo, dirige FFoco: “Es un festival de fotografía que intenta dar cabida a fotógrafos gallegos en salas como la Fundación Seoane, que nos acoge hace siete años, siendo la novena edición, porque dos años lo hicimos en la calle en plan muy punk”.
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña?
Ir con mi madre y mi abuela a recoger a mis hermanas a las Esclavas. Antes podías estar allí jugando, aunque el mar batiese y te arrastrase. Recuerdo quedarme viendo cómo rompía el mar y pensando que algún día se iba a llevar el colegio (risas).
¿Era el colegio al que iba?
No, porque era solo de niñas. Los que estudiamos en Maristas decimos que somos de Maristas pero, en realidad, esa parte son cuatro años, EGB era con las monjas jesuitinas, así que yo estudié en Jesuitinas-Maristas y conservo a mis amigos del cole. Todavía somos la misma pandilla que hace 40 años.
¿Qué tal estudiante era?
Sacaba muy buenas notas, con matrícula de honor en COU pero, en realidad, creo que era porque tenía memoria fotográfica. Yo veía una página y, en el examen, era como si la estuviese leyendo, la tenía en mi cabeza tal cual.
Eso de tener memoria fotográfica será bueno para un fotógrafo...
Pues un poco sí, porque luego se aplicó a lo que sería mi futuro profesional.
¿Qué quería ser de mayor?
De pequeño, por estas películas de Indiana Jones, quería ser arqueólogo. Sonaba a aventura pero lo de estudiar historia me parecía bastante aburrido así que después ya tuve claro que quería hacer Periodismo. Eso me llevó a la imagen y de la fotografía, a la gestión cultural.
¿Qué es lo que le gustaba más de ser fotógrafo de prensa?
Estudié Periodismo en Santiago y después estudié Imagen y Sonido en Coruña. Y lo hacía un poco pensando en ser reportero videográfico, pero allí me dieron clase el actual director, Nacho Romero, y una persona que ya se jubiló, Ángel Cordero, dos absolutos mitos dentro de esa escuela, y me inyectaron el interés por la fotografía. Te hacían construir una cámara estenopeica con una caja de zapatos; lo primero que fotografié fue una verja que rodea el instituto de Someso y, cuando entré en el cuarto de revelado y salió la imagen, me quedé absolutamente fascinado. Y empecé a trabajar como fotógrafo, aunque es verdad que siempre me gustó más ver fotos de otros, en exposiciones o libros, que las mías. Yo creo que iba justito (risas).
Cuénteme algo que se lleve de esos años de fotoperiodista.
Vivir de primera mano todos los acontecimientos que pasan en la ciudad. La gestión cultural también te permite esto pero, en vez de ir a registrar con tu cámara, eres partícipe de otra forma. Me parece muy interesante ser parte activa de la comunidad.
Me refería a algún momento especial...
Recuerdo un reportaje que hicimos en la cárcel de Teixeiro, en el módulo diez, al que solo podían acceder mujeres y hubo que pedir un permiso al Ministerio. En el periódico, en ese momento, en el equipo de fotógrafos solo éramos chicos y alguien dijo: “Pues que vaya Juanito, que es lo más parecido que tenemos ahora” (risas). Fue un reportaje muy emocionante porque casi todas las mujeres que están allí no están por delitos de sangre sino porque, muchas veces, sus parejas las obligan a guardar la droga y, al final, cumplen condena por culpa de ellos. La fotografía les ayudaba a empoderarse, porque algunas llevaban mucho tiempo algunas sin verse. Luego me mandaron una postal en Navidad y fue muy bonito.
¿Por qué ha elegido este lugar para hacer la foto?
Porque el Paseo Marítimo que tenemos en Coruña es un lujo. Me recuerda al tiempo en que salía a entrenar, para correr maratones. Conseguí completar el de San Sebastián. Me parece un lujo correr o pasear aquí, tenerlo a nuestra disposición.
¿Cuál es su barrio?
Es que no sé, porque la casa de mis padres, en la avenida del Ejército, está ahí entre los Castros y Cuatro Caminos. Y luego ya, viviendo independiente, el barrio de mejor recuerdo, aunque solo viví dos años, es el Orzán. En la calle Juan Canalejo, no sé cómo se llama ahora...
Calle Socorro.
Pues en la calle Socorro, que viví también encantado de la vida, pegado al mar.
Algunos protestaban porque decían que había mucho ruido...
Te apetecía irte a dormir y tenías el portal a tres minutos. O, al revés, te apetecía bajar y ya estabas. Recuerdo San Juan y el olor que quedaba después, que duraba una semana. Ese era el único inconveniente que le veía.
¿Cómo surge lo de dejar el periodismo e irse a Madrid?
Cada uno tiene que ser consciente de sus limitaciones. Había otra gente en Coruña mucho mejor que yo; lo que me gustaba era ver el trabajo de otros compañeros y ver exposiciones. Hubo un encuentro que se llamó Ráfagas, que se celebró en el Ágora y que trajo a grandes fotoperiodistas. Ahí fue donde me di cuenta de que me apetecía estar del otro lado, gestionando el trabajo de otros. En Madrid había un gran festival y me apetecía ir a aprender cómo se hacía para trasladarlo a Coruña. Hice un máster en gestión cultural y, por esas cosas de la vida, al final me quedé trabajando allí.
Y luego volvió con FFoco...
Quiero creer que conseguimos plantar una semillita para que ahora se hagan otros grandes proyectos de fotografía en la ciudad, como el de la Fundación Marta Ortega Pérez, que también nos apoyan en un premio editorial para impulsar la producción de libros de fotografía con vinculación gallega. Todo revierte en Galicia, es importante que se fortalezca la industria de quienes hacen exposiciones: montaje, iluminación... todos.
¿Qué echa de menos cuando no está aquí?
El mar, la calidad de vida de esta ciudad, que es un poco más pausada, y la comida, como estos chipirones fritos que acabamos de pedir (risas).
Preguntas cascarilleiras
¿Churros de Bonilla o del Timón?
Estaba deseando que me hicieses esta pregunta. Leo siempre tus entrevistas y veo que, muy mayoritariamente, está ganando Bonilla. Es de valorar lo que hizo César y su equipo y cómo posicionaron las patatas a nivel mundial, pero el chocolate y los churros del Timón son perfectos e inigualables; los churros tienen el tamaño y crujiente perfecto y el chocolate no hay ningún otro lugar del mundo donde esté así de rico.
¿Méndez Núñez o monte de San Pedro?
Los jardines, porque es mi infancia: los caballitos y, después, los coches de choque, el gusano y todo esto por las fiestas. El monte de San Pedro tiene unas vistas espectaculares, pero es verdad que voy poco
¿Calle de la Estrella o calle de la Barrera?
De joven era mucho más de la calle de la Barrera, ahora, la verdad, prefiero la de la Estrella.
¿Agua de Emalcsa o agua embotellada?
De Emalcsa, siempre, del grifo. En Madrid presumen de que tienen la mejor agua de España, con su canal de Isabel II pero el agua de Coruña es insuperable. De hecho, es el secreto de Estrella Galicia.
¿Playa de Riazor o playa del Orzán?
El Orzán siempre. Siempre se ha asociado a una playa de gente joven y ahora mis sobrinos me dicen que sobro ahí pero de eso nada: reivindico mi derecho a seguir tomando el sol y bañarme en el Orzán.
¿Se mueve a pie por la ciudad o motorizado?
Andando. Es una ciudad muy cómoda para caminar, incluso cuando llueve: chubasquero y soportales y p’alante. Además, camino muy rápido, y con una forma muy reconocible, me lo dice todo el mundo.
¿Verbena o concierto?
Un concierto en el Coliseum. Si tengo que elegir, diría el de C. Tangana y el de los Ramones, el primer concierto al que fui en mi vida. Tendría yo 15 años, fui con mis amigos del cole, Javi y Fran, y Javi guarda todavía la entrada, que costaba 2.500 pesetas. Cuando vino a buscarnos el padre del Fran se subió un cuarto componente al coche, que no conocíamos, con su chupa de cuero, su vaquero roto... El padre miró por el retrovisor y nos dijo: “¿Es vuestro amigo?”. “No”, dijimos, así que le invitó a bajarse del coche muy educadamente y él, también muy educado, se bajó.
¿Es de helados tradicionales, como los de la Colón, o de sabores más modernos, como Bico de Xeado?
Los de la Colón. Llevo yendo toda mi vida ahí y solo he probado crema tostada y limón, no tomo otro.
¿Carnaval o San Juan?
San Juan. No me gusta nada disfrazarme y las hogueras es un rollo mágico. Viví todo el proceso porque, al principio, era como una hoguera municipal delante de la Compañía de María, con la meiga mayor, y luego el traslado a las playas y en lo que se convirtió.
¿Dice más chorbo o neno?
Si te digo la verdad, ninguno de los dos. En todo caso, neno. Ahora digo más “amiga, date cuenta” (risas). Lo que no soporto es lo que dicen mi sobrinos de bro, que lo dicen todo el rato y no puedo con ello.
