A Coruña revoluciona la medicina con el primer trasplante de un órgano hecho en un laboratorio a un animal
Este logro abre la puerta a la posibilidad de ‘curar’ riñones en un futuro sin necesidad de un donante

No es ciencia ficción ni un episodio de ‘Black Mirror’. Lo que ha logrado el Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña (Inibic) es toda una revolución en el mundo de la medicina regenerativa. Y es que hace unos años trasplantar un riñón porcino modificado con un ‘mini’ órgano humano hecho en un laboratorio podría parecer imposible. Pero el equipo de Alberto Centeno, coordinador de la Unidad de Cirugía Experimental del Inibic/Chuac, ha logrado el primer caso de éxito de la historia. Un hito que abre la posibilidad a que en un futuro pueda no ser necesario un donante para ‘curar’ un riñón que no es viable y que multiplica las opciones en un mundo en el que “no hay órganos para todos”.
Este estudio, publicado por la prestigiosa revista ‘Nature Biomedical Engineering’, comienza en Barcelona, donde el equipo de Núria Montserrat del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) lleva más de una década investigando en el campo de la medicina regenerativa y bioingeniería de órganos. Fruto de esta dilatada experiencia y gracias a tecnología pionera ultra avanzada lograron desarrollar organoides renales humanos, o lo que es lo mismo, una estructura tridimensional similar a un órgano diminuto, en este caso un riñón, de unas micras de tamaño – una millonésima parte de un metro–, creada en el laboratorio a partir de células madre.
No es un órgano en sí mismo, sino un conglomerado celular que reproduce la estructura del riñón. En palabras de Centeno, es “como una esfera de células unidas que están cumpliendo alguna de las funciones renales” y que permite “saber cuáles son sus requerimientos metabólicos, como añadir glucosas, ureas, etcétera”.
"Con nuestro nuevo método, podemos generar miles de organoides renales en condiciones controladas y en poco tiempo, con una gran precisión y sin necesidad de componentes complejos", detalla la doctora Elena Garreta, co-primera autora del estudio.
Pero hasta ahora el gran reto era conseguir una aplicación real que probase que funciona. Y es aquí donde ha entrado el Inibic, dependiente de la Xunta de Galicia, que posee más de cuatro décadas de experiencia en el mundo del trasplante y 30 años en investigación en esta rama.
El animal seleccionado fue un cerdo, debido a que su riñón es muy similar al del humano en morfología, tamaño, peso o funciones. El porcino vivo se conectó a una máquina de perfusión normotécnica, un dispositivo que se utiliza para mantener el órgano vivo y oxigenado fuera del cuerpo antes de un trasplante y que permite medir parámetros fisiológicos en tiempo real, por lo que cualquier daño o rechazo se detectaría de manera inmediata. “Por eso necesitamos un riñón que admita las mismas presiones y flujos de sangre que un humano”, explica el coordinador de Cirugía Experimental y también veterinario.

El procedimiento puede parecer sencillo pero está lleno de retos técnicos. Primero se extrae el riñón, que se mete en la máquina de perfusión normotécnica, donde se le implantan, fuera del cuerpo, los organoides humanos para, luego, volver a trasplantar el órgano al animal.
“Hemos demostrado que ese organoide tiene capacidad de sobrevivir –sin generar ningún tipo de daño ni toxicidad– durante 24 y 48 horas”. ¿Cómo lo saben? Antes de meter los ‘mini’ riñones en el animal los marcan con unos “compuestos químicos fluorescentes”. “Si ese organoide muriera, la fluorescencia desaparecería”.
Reducir tiempos
Dos días puede parecer poco tiempo, pero es la confirmación de que se abre un nuevo camino en la medicina con el objetivo, a largo plazo, de “poder regenerar o reparar un órgano antes del trasplante”. “Esto podría reducir el tiempo de espera de los pacientes crónicos y aumentar el número de órganos viables”, incide la doctora Montserrat.
La hipótesis de partida es, por tanto, que “el organoide que se genera en el laboratorio, al que han conseguido darle la orden de que se va a convertir en células renales”, sea capaz de ‘curar’ ese riñón “para que recupere sus funciones normales”. O lo que es lo mismo: “tú tienes el riñón mal, saco tus células, las cultivo y mejoro tu riñón sin ser necesario siempre llegar al trasplante”. Esto evitaría el rechazo y, en un futuro, aumentaría la cantidad de riñones útiles.
Una técnica que no sólo serviría con tu propio órgano, sino que en caso de que necesitases el de un donante cuyo riñón no está sano, también podrían recuperarlo para que sea viable.
Y no menos importante, abre la puerta a probar nuevos fármacos o al estudio de enfermedades. Un “pequeño granito de arena”, como lo define Centeno, que supone una gran revolución en la medicina.
De 1981 a 2025, cuatro décadas desde la primera intervención de reemplazo
El 21 de enero de 1981, Marcelino González Martín, José García Buitrón y ‘las Pilis’, como le llamaban a tres enfermeras, hicieron historia con el primer trasplante de un riñón realizado en A Coruña cuando aún no se había hecho ninguno en Galicia. Entonces marcaron el calendario y, hoy, el primero de ellos –ya retirado– ha vuelto a hacerlo, ya que ha formado parte del equipo coruñés del Inibic.
“Su valía científica y su experiencia en el mundo del trasplante hacía necesario que fuera partícipe”, asegura el coordinador de Cirugía Experimental del Chuac, Alberto Centeno. Junto a ellos participaron desde el Inibic cuatro personas más, en un proyecto en colaboración también con de la Organización Nacional de Trasplantes y el Instituto de Salud Carlos III.


