Lo que unió la mili en el parque de Artillería de A Coruña
Una decena de voluntarios que en 1975 iniciaron el servicio militar obligatorio, se reunieron 50 años después de conocerse

Dicen que los mejores amigos son los que se hacen cuando apenas se es un niño. En la película de Rob Reiner ‘Stand by me’ (Cuenta conmigo) afirman esta cuestión en una de las frases más míticas de la historia del cine: “Nunca más volveré a tener amigos como los que hice con 12 años. ¿Acaso alguien sí?”. Al menos una decena de voluntarios que en 1975 iniciaron el servicio militar obligatorio, primero en el Centro de Instrucción de Reclutas de Figueirido, y después en el parque de Artillería de A Coruña (hoy Rectorado de la Universidad), pueden corroborar que, aunque pasen los años, las verdaderas amistades perduran para siempre.
Un 15 de octubre de 1975 partía desde A Coruña un tren con destino Figueirido, localidad pontevedresa donde, durante dos meses, los reclutas se iniciaban en el servicio militar obligatorio antes de ir a su destino durante los siguientes 18. Una vez allí, alrededor de una veintena de jóvenes de 18 y 19 años –la mayoría coruñeses– forjaron un vínculo que, al menos para muchos de ellos, todavía sigue presente medio siglo después.
Y es que, para aquellos voluntarios del reemplazo de artillería, cada vez les es más fácil encontrar una excusa para verse, sobre todo desde que están jubilados. “Nos debimos reunir unas ocho o nueve veces desde que nos licenciamos en 1977, más o menos cada cinco años. Al principio queríamos celebrar la efeméride en los cinco, diez o veinte años desde que salimos del parque de Artillería, pero luego se fue haciendo cuando se podía”, explica Enrique Temprano, uno de los culpables de que cincuenta años después de salir de la mili sigan existiendo reuniones de este tipo. La última de ellas, precisamente, fue la celebrada en A Pulpeira de Melide de la plaza de España el pasado 15 de octubre, con motivo de los 50 años desde que se conocieron, en el Centro de Instrucción de Reclutas.

Allí, José Francisco Purriños, José Reguera, Francisco García Otón, José García, Enrique Teijo Temprano, Javier Lendoiro, Fernando Longueira, José Ángel Raposo, José Luis Formoso y Domingo García recordaron momentos de aquella época, donde no faltaron las anécdotas, las risas y, sobre todo, las batallitas. También los recuerdos de cuándo empezó a germinar la amistad en “una especie de aventura”, primero, a poco más de cien kilómetros de su casa, y después, en los cañones de artillería de su ciudad. “Fue una etapa muy bonita porque era la primera vez que marchábamos de casa. Allí, nos conocimos todos los que después coincidimos en el cuartel de Maestranza. En aquel momento era como una especie de aventura. Durante meses hicimos todos una gran amistad”, comenta Temprano.
Una generación única
Al poco de empezar su etapa militar, a la generación de voluntarios de 1975 les tocó vivir, además, uno de los acontecimientos más importantes de la historia de España: la muerte de Franco. “Solo llevábamos un mes en el campamento cuando escuchamos el discurso de Arias Navarro de que Franco había muerto. Veías a algunos altos mandos con lágrimas en los ojos y estábamos muy asustados, pero al final no pasó nada. Pasamos la Navidad en casa y el día 3 de enero de 1976 ya nos incorporamos al parque de Artillería. Fuimos los primeros soldados que juraron bandera ante el rey”, recuerda Temprano. Justo antes de licenciarse, bajo el amparo de los cañones de la Maestranza, los voluntarios del reemplazo de artillería de 1975 vivieron un nuevo acontecimiento de gran calado en la política española: las primeras elecciones democráticas, en junio de 1977.
“Solo llevábamos un mes en el campamento cuando Franco murió. Fuimos los primeros en jurar bandera ante el rey”
Esas dos vivencias marcaron la mili de una generación única. En sus reuniones, las recuerdan, junto a muchas otras. Las que se pueden y las que no se pueden contar. Desde alguna que otra escapada a las discotecas de la zona o novatadas propias del servicio militar. “Nos reíamos mucho y la verdad que lo pasamos muy bien, siempre que se podía, claro”, aclara Domingo García, que junto a sus nueve escuderos, se reúnen desde 1977 para rememorar viejos tiempos y, de vez en cuando, contar alguna que otra historieta.
En estas últimas cinco décadas, varios son los emplazamientos gastronómicos que fueron testigo de los recuerdos de una gran amistad que ni el tiempo ni la distancia pudo siquiera borrar. Durante esas comidas o cenas ellos dejan de ser jubilados, padres o incluso abuelos, y se convierten, tan solo por unas horas, en aquellos voluntarios del reemplazo de artillería.
