Salvador Peña | “Me encanta el lenguaje de Monte Alto; a mi perro le puse Nano, que es Neno pero en valenciano”
Coruñés de la Ciudad Vieja, tanto por parte materna como paterna, es una de las caras visibles de las procesiones de Semana Santa debido a su cargo de ministro de la Orden Tercera

Salvador Peña (A Coruña, 1960) es una de las caras más conocidas de las procesiones de Semana Santa en A Coruña. Como ministro de la Orden Tercera, ha recuperado gran parte de las tradiciones religiosas y ha dado un nuevo impulso a este templo de la Ciudad Vieja, la zona donde se crió en su infancia y que más recuerdos le trae. Sobre su labor, se siente especialmente orgulloso de las restauraciones –en breve comenzará otra– y de la conservación de los archivos, con legajos desde 1676 que guardan como oro en paño.
¿Cuál es el primer recuerdo que le viene a la mente de la ciudad?
El primero que tengo con uso de razón es mi visita al jardín de San Carlos –que vivía muy cerquita, en el número 10 de la calle San Francisco, con mis padres y mis hermanos, que éramos tres chicos y tres chicas– a jugar. Es un sitio maravilloso y precioso.
¿A qué colegio fue?
Primero, como se hacía antes: con cinco años te escolarizaban con unas señoras que eran maestras en casas particulares, Celia Anguita, en Santo Domingo. Y a los seis años ya entré en Dominicos, con don José y doña Modesta, creo que se llamaba.
¿Cómo recuerda esa época?
Tengo muy buenos recuerdos. No era mal estudiante; en segundo casi alcanzo una matrícula (risas). Siempre fui bastante serio.
Tiene pinta de haber hecho pocas trastadas...
No, las trastadas las hacíamos aquí, en el castillo de San Antón. Estaba recién hecho el dique de Abrigo, íbamos hasta la punta con las bicicletas y cogíamos erizos. Teníamos la prohibición de dar la vuelta al castillo pero lo hacíamos cuando estaba la marea baja. Los zapatos llenos de salitre ya indicaban que habíamos venido por aquí. Esas eran las trastadas nuestras en aquel momento.
¿Por qué eligió el castillo de San Antón para hacer la foto?
Porque mis abuelos maternos, mi madre y mis tías vivieron aquí. Muy poquito tiempo porque era una prisión militar y no era un sitio muy adecuado para educar a niños y mucho menos a cinco niñas. Mi abuelo era militar y quería un niño pero no tuvo suerte. Mi madre y mis tías vivían aquí e iban al colegio en lancha. Desembarcaban en la puerta de San Miguel e iban a la calle Herrerías, donde estaba Magisterio, la Normal. Mi abuelo decidió, en menos de un año, marcharse de aquí. Y se establecieron en la calle Sinagoga.
O sea, que es de la Ciudad Vieja de toda la vida.
Pues sí, tanto la familia materna como la paterna. Mi padre nació en la plaza de Azcárraga, en la calle del Repeso, en lo que es el Cantoncillo. Antiguamente, esa casa tenía en el bajo una barbería y en la esquina estaba la imprenta. Así que tanto unos como otros vivían en la Ciudad Vieja.
¿Es la zona en la que se siente más cómodo en A Coruña?
La Coruña me encanta toda, me parece una ciudad maravillosa: tanto si venimos por aire, por mar o por tierra. Me encanta el Ensanche, los Cantones... pero lógicamente la parte que más me gusta es la Pescadería y la Ciudad Vieja, que es donde tengo mis recuerdos y donde me crié.
De niño, ¿cuál era su vocación?
Yo quería ser científico. O químico. Todo lo contrario a lo que después elegí.
¿Y por dónde tiró finalmente?
Psicología. Empecé en los barracones, en la sección de Psicología, que pertenecía a la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Filosofía y Letras. Estaba don Jesús Ríos, que era el jefe de sección y fue dominico, así que siempre tuve mucha vinculación con los dominicos. Y con los franciscanos, naturalmente. Y después volví a estudiar con mi hijo, en el año 2008, Criminología y Perito Calígrafo.
Pero eso fue casi antes de ayer...
Sí (risas). Oposité a la plaza de técnico de actividades institucionales y protocolo de la Universidad de A Coruña, en 2003-05 y en 2008 mi hijo empezaba y me animé a estudiar con él Criminología, que me encantó. Y los sábados, como me quedaban libres, hice ese posgrado de perito calígrafo.
Y, con todo ese jaleo, ¿cuándo le quedaba algún ratito para la Orden Tercera?
Me quedan muchos ratitos. Desde el año 94 soy franciscano seglar. Y en el 98 ya prácticamente asumí tareas de responsabilidad dentro de la Orden Tercera. Fui responsable de la formación de los hermanos, después ya fui viceministro y en 2000, ministro.
Entonces, lleva 25 años de ministro de la Orden Tercera.
No. Porque tenemos capítulo electivo cada tres o cuatro años. Y podemos estar tres trienios, es decir doce años, y descansar pero luego te puedes volver a presentar. Los hermanos valoraron la gestión y que restauraramos la iglesia.
Va a empezar otra etapa de restauración ahora...
Sí, gracias a Dios. Me parecía casi imposible de conseguir y estoy encantado porque es la primera vez que la Tercera Orden no tiene que asumir ninguna responsabilidad y estoy muy agradecido al conselleiro de Cultura.
¿Cree que la gente sabe lo que es y lo que hace la Orden Tercera?
No, la Orden Tercera es una gran desconocida. Empezó a situarse en el mapa hace poco por la repercusión mediática de cosas como la bendición de los animales, la candelaria, las procesiones, el belén... Muchas tradiciones que estaba perdidas y se han recuperado.
¿Cómo ve la evolución de toda esa zona desde que era un niño hasta hoy?
Veo una población envejecida. Éramos muchísimos niños los que jugábamos en la plaza de Azcárraga (la plaza de la harina, que le llamábamos), el jardín de San Carlos, las Bárbaras... Había niños y muchas familias numerosas, como la mía. Creo también que la Ciudad Vieja merecía un mejor trato. Debería estar mejor conservada y promocionada. Eso no lo veo como en otras ciudades. Sobre todo ahora que están descubriendo la importancia que tuvo en la Edad Media, con los últimos hallazgos de la calle Sinagoga.
Hablando de Historia. Si tuviera una máquina del tiempo, ¿a qué época de la ciudad le gustaría ir?
Estoy bastante conforme con mi generación pero, si tengo que elegir, el siglo XIX me encanta. Soy del Romanticismo, la historia de Juana de Vega y Espoz y Mina, el recuerdo de Rosalía y Murguía en la calle del Príncipe... Tengo datos de la existencia de mi familia desde 1.800, con muchas anécdotas en el diario de un tatarabuelo que después siguió un bisabuelo.
Preguntas cascarilleiras
¿Churros de Bonilla o churros del Timón?
Me encantan los dos... Hay veces que me apetecen los del Timón, y me voy a Ramón y Cajal, y otras veces paso por la calle Galera y también entro.
¿Méndez Núñez o monte de San Pedro?
Es una disyuntiva que tampoco puedo aclarar muy bien. Me encanta el monte de San Pedro y la vista que tiene de la ciudad. Es espectacular. A todo el mundo que viene de fuera, lo llevo allí. Y Méndez Núñez son los jardines de mi infancia.
¿Calle de la Estrella o calle de la Barrera?
La Barrera. Cuando hicieron la reforma del Cantoncillo, mi abuela y mis tíos se fueron a vivir a una casa que tenían en la calle de la Barrera, que está catalogada, porque es modernista. Allí tengo muchos recuerdos... Veía las procesiones en la estrecha de San Andrés, en la galería. Me ponían un banquito mis abuelas porque era muy pequeño y veía pasar el Encuentro. Mi vida está muy relacionada con la parte religiosa.
¿Bebe agua de Emalcsa o agua embotellada?
Bebo de las dos, de Emalcsa y embotellada. El agua de Coruña me parece fantástica.
¿Playa de Riazor o playa del Orzán?
Por afinidad, me gusta el Orzán. Mi hijo es muy surfeiro y va mucho. Riazor me gusta porque mi adolescencia la viví en el Playa Club. Éramos una pandilla grande: unos de la Academia Galicia, otros de Jesuitas, Esclavas, Compañía de María, Masculino... Y nos juntábamos todos allí.
¿Se mueve por la ciudad motorizado o a pie?
A pie. Yo soy de los que recorrí la ciudad y me la conozco entera, desde el polígono de la Grela hasta la Ciudad Vieja a pie. Calles, barrios... me gusta andar. Ahora me volví un poco más vago con la jubilación, aunque estoy recuperando las buenas costumbres.
¿Prefiere una verbena o un concierto?
Me encantan los conciertos, la verdad. Recuerdo los que había en María Pita, en agosto. Yo vivía allí cuando vino Mecano y son conciertos que son míticos, históricos y apoteósicos. Ese, para mí, fue espectacular. Y los de la banda municipal, siendo yo niño, que iba con mi padre a la plazuela de las Bárbaras, me encantaban.
¿Es de helados tradicionales como los de la Colón o más modernos como los de Bico de Xeado?
Me encantan los de la Italiana, los de la Colón, la Ibi, la Ibense... Cuando iba al dentista, a Linares Rivas, siempre decía: “Al salir, por la Ibense”. Me gustan, sobre todo, los de crema tostada, mantecado y pistacho.
¿Carnaval o San Juan?
Muy carnavalero no soy... De San Juan me encanta el ambiente que se produce en la ciudad y la repercusión que se produce hacia afuera.
¿Dice más veces chorbo o neno?
Neno. El lenguaje de Monte Alto me encanta. A mi perro le puse Nano, que es neno en valenciano, porque pensé: “Si le pongo Neno, se va a dar la vuelta medio Monte Alto” (risas).
