Una ropa de impresión para los barrios de A Coruña
El callejero se ha convertido en el protagonista de los diseños que una tienda de Labañou ha ideado a petición de los vecinos; Novo Mesoiro fue el pionero y le han seguido Monte Alto u Os Mallos

Se acabaron los tiempos en los que los coruñeses se vestían con camisetas que hacían referencia a un pueblo de Nevada, a una aldea de Osaka o a una universidad al azar, o random que dirían los modernos, de una esquina X de Estados Unidos. Para otros tiempos ha quedado eso de buscar en google el lugar en cuestión al que hacemos publicidad gratuita (o mejor dicho previo pago). Ahora son A Coruña y sus barrios los que exportan identidad, y ya le tocará a alguien en Connecticut o Newcastle buscar qué es Monte Alto, Labañou o Novo Mesoiro.
Orgullo de barrio ha existido siempre, pero también un cierto complejo a sacarlo a pasear y hacer de él una marca. Eso precisamente, presumir de patrimonio más allá del cultural, es lo que han plasmado en sus diseños los responsables de RConde, la famosa tienda de la esquina de la calle Educación, en Labañou. Allí hace años que todo lo que se pase por la cabeza de un cliente se plasma en una prenda de ropa. Ahora, se han inspirado en el modelo y la tipografía popularizadas por Cero de Costa para, dándole una vuelta, empezar a convertir las espaldas de los coruñeses en un auténtico callejero. “La gente lo pedía y cada vez hay más barrios que quieren tener la suya”, indica Rebeca Conde, propietaria del establecimiento.
La pionera, como en tantas otras iniciativas revolucionarias, fue Novo Mesoiro. En los últimos días se despacharon diez unidades del modelo del extrarradio. Posteriormente, los residentes en Labañou y Monte Alto también reivindicaron una propia. A la Sagrada Familia, Os Mallos o el Barrio de las Flores se les espera para dentro de no demasiado. Los precios oscilan entre los 24,90 euros de la sudadera con capucha y los 15 de la camiseta, lo que los convierte además en una opción muy popular.
Por otra parte, el diseño no es cerrado y, dentro de un mismo barrio, hay diferentes opciones por las que han optado sus vecinos. Una recomendación es escoger bien la instantánea de la parte frontal, pues normalmente se incorpora una panorámica del barrio en cuestión, junto al código postal correspondiente. “Algunos quieren que salga la calle en la que se criaron y otros unas menos conocidas, pero no en todas las zonas es fácil encontrar una panorámica”, dicen desde el negocio de Labañou. Por cierto, que en el barrio donde se sitúa la tienda han ‘pasado’ de la nomenclatura oficial del callejero para recordar conceptos como ‘Corea’ o las casas populares de la zona del campo del Carmen, donde se asienta el histórico Sin Querer.
Todo lo imaginable
Pocas cosas pueden sorprender ya a Rebeca Conde a la hora de realizar un trabajo. Por sus ojos han pasado todo tipo de ideas. Algunas de ellas desearía borrarlas de su cabeza como si del escritorio del ordenador se tratase. Hasta que surgió la idea de la ropa de barrio, como en prácticamente cualquier negocio de impresiones, los motivos de trabajo más habituales eran las despedidas de soltero y el fútbol. “Lo que más nos piden tiene que ver con las despedidas, aunque hace poco hicimos una remesa de 40 camisetas para un equipo de pádel”, confiesa. Además, muchos deportivistas pasan por su negocio para personalizar la blanquiazul, ya sea con el nombre de uno de los jugadores de la primera plantilla, con el suyo propio o con ocurrencias de todo tipo. Y no siempre políticamente correctas.
Sin ir más lejos, el pasado viernes un cliente pidió poner de nombre Vigo y, en lugar del dorsal, un gigantesco ‘No’. Y no era una abreviatura, evidentemente, de number en inglés. Pero ni siquiera eso entra dentro de la definición del encargo más grotesco. Como siempre, el amor a veces lleva a extremos que la razón no acaba de comprender. Y si no que lo expliquen los ‘tortolitos’ a los que se les dio por imprimir unos calzoncillos o un tanga con la cara de su pareja. No han sido ni uno, ni dos ni tres clientes los que consideraron que era una buena idea. Como dirían los más veteranos, “para mear y no echar gota”.



