Más de 400 personas purificaron su alma en una discoteca de A Coruña en un festival cubano
La sala The Clab vivió una de las noches más especiales que se recuerdan con un programa entre cultural y musical

Resulta evidente que una celebración de cultura caribeña sin música sería un sinsentido, pero ceñir lo que se vivió en la noche de ayer en la discoteca The Clab a únicamente un Festival de la Música Cubana sería faltar a la realidad y quedarse extremadamente corto. En primer lugar, debe hablarse de significación y orgullo. Pero también de una espiritualidad que pocas culturas elevan a niveles tan extremos como el país de Silvio Rodríguez, Compay Segundo, Celia Cruz o Elena Burke.
Más de 400 asistentes de toda Galicia se sumaron a la experiencia de Vibra, la empresa que llevaba cuatro años organizando la misma propuesta en Vigo y que, por primera vez, llevó su espectáculo a A Coruña. La producción le cambió notablemente la cara al espacio. Ayudaron a la ambientación las características luces rojas y ténues, aunque lo que más entraba por la vista eran las banderas cubanas. Eran cientos las que llegaron hasta prácticamente cada esquina de la antigua discoteca Chaston. Una gigante daba la bienvenida al final de las escaleras. Otra, todavía más grande, coronaba un escenario en el que, debido a la complejidad del son y sus derivados, hubo proliferación de instrumentos, con su virtuoso correspondiente. Quedó claro, además, que The Clab es un lugar óptimo y preparado para desafíos musicales de empaque.
Otro de los aspectos que llamó la atención a buena parte de la comunidad cubana es el hecho de que un alto porcentaje de los presentes eran gallegos. Ese es otro de los grandes triunfos del Festival de la Música Cubana: el enriquecimiento mutuo y el intercambio de dos culturas que, por otra parte, llevan siglos caminando de la mano.
Hubo dos momentos especialmente intensos y que serán recordados por mucho tiempo, tanto por los presentes como por los organizadores y los responsables de la sala: la actuación del famoso reguetonero Payaso x Ley, que hizo que las 400 personas de dentro del local se desatasen por completo, así como el ritual de santería yoruba que buscaba comunicarse con los orishas. Fue visualmente impactante, y también un instante de solemnidad.



