Javier Barón: "Es injusto que nadie repare en un pintor como Sotomayor"
Jefe de la colección de pintura del siglo XIX del Museo del Prado, es comisario de la exposición 'Fernando Álvarez de Sotomayor (1875-1960)', muestra que repasa todas las facetas del pintor gallego

Javier Barón (Mieres, Asturias, 1956), jefe de la colección de pintura del siglo XIX del Museo del Prado, es comisario de la exposición que ofrece la Fundación Barrié 'Fernando Álvarez de Sotomayor (1875-1960)', una muestra disponible hasta el próximo 11 de enero en la que se ofrece un recorrido cronológico por la vida del pintor ferrolano, desde el retrato hasta los temas de costumbres.
¿Qué listado de obras manejó para la muestra y cuántas finalmente pudo traer?
Son un total de 76 obras y luego 25 documentos, entre fotografías, cartas, postales y algún impreso de publicaciones. Realmente, como la Fundación había hecho un esfuerzo por publicar el catálogo en 2004, había muchas obras que estaban ahí reproducidas, otras se conocían y algunas no. Tratamos de identificar y localizar unas que estaban en paraderos desconocidos y que eran importantes. El número de obras oscilaba en unas 500, pero la selección no fue difícil porque aquí están buena parte de las mejores que pintó.
¿Hubo alguna que se descartó que le gustaba especialmente?
Hay alguna pintura muy buena que no está porque está en lugares muy remotos. Hemos traído las de Chile pero esto ha supuesto no traer un par de ellas que están en Nueva York, u otra que está en México, por ejemplo. Los préstamos ahora están complicados. Nos hemos centrado en Francia, Italia y Chile, especialmente. Además de las de España, por supuesto.
¿Cuáles de las que se seleccionaron les costó más trabajo conseguir?
Las de Chile fueron las más laboriosas. Pero también hay una de Roma que hubo que restaurar el cuadro porque estaba en muy malas condiciones antes de trasladarlo. Aquí la Fundación ha hecho una labor muy importante de recuperación de pinturas a través de la restauración, como el retrato de Alfonso XIII o las pescaderas de las Mariñas del Museo de Jaén. También alguna de Chile, de colecciones particulares. Todo esto supone una necesidad de buscar restauradores y una supervisión constante.
¿Era hora de reubicar a Sotomayor y traerlo a su tierra?
Yo creo que es una buena ocasión. Han pasado ya sesenta años desde su fallecimiento. Hay una perspectiva mayor que permite analizar de una manera más lógica y ver como el artista buscó en los valores pictóricos toda su aportación, siguiendo la tradición de la pintura, sobre todo, en dos temas: el retrato y el cuadro de costumbres. Este último, que empieza pintando en Brujas (Bélgica), después en El Paular (Segovia) y, finalmente, en Galicia, donde descubre el potencial y se queda fascinado con la región. Allí pinta desde 1905 hasta su muerte con continuidad. Son las dos grandes líneas de su aportación.
¿Cree que su vinculación franquista le ha perjudicado?
Sin duda. No solo la vinculación, él fue director del Museo del Prado en la época franquista, aunque ya lo había sido en 1922, antes incluso de la dictadura de Primo de Rivera. Él permanece al frente de la institución hasta 1931 cuando, a raíz del triunfo de la II República, dimite por fidelidad a sus ideales monárquicos. Él retrata a Alfonso XII en el año 1905, y lo vuelve a retratar en el exilio. Después de la Guerra Civil -donde pierde un hijo- sí que radicaliza su postura y tiene una adscripción estrecha con el régimen de Franco a partir del año 39 hasta el 60. No obstante, toda esa pintura anterior no puede considerarse bajo esa óptica. De hecho, de esa época es solo una séptima parte de la exposición. A él lo que le interesaba era la pintura. Esa especie de desaparición de Sotomayor es debida a esa identificación, pero también a otro hecho. Y es que a Sotomayor no le interesó la renovación vanguardista, no le interesó Picasso. Con la democracia, esa recuperación de asimilar la pintura de vanguardia que había habido en el siglo XX se normalizó, y se difundió el valor de estos artistas, lo que dejó a Sotomayor y a sus compañeros de generación en un tercer o cuarto lugar. Ya normalizado el valor de la vanguardia y de sus grandes artistas. Quizá sea injusto que nadie repare en un pintor que fue tan relevante en la primera mitad del siglo pasado.
¿Le ve relación con otros pintores contemporáneos españoles?
Él desarrolla, junto con Manuel Benedito (compañero suyo de promoción), una pintura que parte de lo que Sorolla había realizado, pero que intenta ir más allá. Lo hace porque intenta hacer una saturación tonal de las gamas de color mayor y a través de composiciones distintas, que hacen en Francia otros artistas. Eso es algo que no está en Sorolla.
Fue muy deudor de Velázquez, por ejemplo.
Velázquez es una seña de identidad en muchos pintores. Especialmente en el caso de Sotomayor, lo que singulariza porque esa belleza de colores cálidos la ve en la pintura flamenca, en Rubens, sobre todo. La elegancia de los retratos la ve también en Van Dyck y en otros pintores británicos. En ese sentido, va más lejos que otros pintores.
Como experto en pintura del siglo XIX, ¿cuáles son los pintores gallegos que más le interesan?
Hay pintores muy relevantes en Galicia, por ejemplo, Jenaro Pérez Villaamil, que es un pintor importante porque es la figura clave del paisajismo en España, pero también en las costumbres, a través de pequeñas figuras, no solo de Galicia, a él le interesa España. Luego, Dionisio Fierros, que aunque es asturiano, trabaja aquí en Galicia y es el primer autor de cuadros de costumbres con una derivación entre romanticismo y realismo. Después también hay otros importantes, como Alfredo Souto, Modesto Brocos, Jenaro Carrero... Hay artistas que son especialmente relevantes, aunque el más importante creo que es Jenaro Pérez Villaamil.
A lo largo de la muestra, ¿hay alguna obra en la que se inspirase en A Coruña?
Sí, claro. Él cuando dimite como director del Prado deja de vivir en Madrid. Primero se va a Francia, en el año 32, y después vive en A Coruña. Hay uno, por ejemplo, donde se muestra el antiguo mercado de San Agustín. Ahí se ve un realismo mayor que en sus primeras obras. Aunque, en general, suelen estar ambientados en la Galicia rural. Le interesan más las pequeñas poblaciones o el campo que las ciudades.



