Las ferreterías, un negocio ‘de toda la vida’ en peligro de extinción: “Es muy difícil mantenerlo”
Marconi o El Compás son algunos de los locales dedicados a la venta de productos de metal, entre otros, que echaron a andar el siglo pasado y que sobreviven en la ciudad

Este mes de octubre se iniciaba con una mala noticia para el pequeño comercio de barrio, concretamente, para el sector ferretero. Y es que, otro negocio ‘de toda la vida’ cuelga el cartel de cierre. Se trata de la ferretería 4 Caminos, ubicada desde hace medio siglo en la avenida de Oza pero con orígenes en los aledaños de la fuente con el mismo nombre. Su despedida, prevista de forma oficial para finales de año por jubilación, es solo un ejemplo más de lo que sufren a diario los pequeños comercios de barrio, hoy, en pleno peligro de extinción.
Las ferreterías son un gran ejemplo de ello. Estos negocios, presentes en cada barrio de la ciudad –algunos con más de una– fueron un imprescindible en la vida de los coruñeses mucho antes de la llegada de las grandes superficies y de internet. Hoy en día, apenas llegan a la veintena en la ciudad. Los portales de venta online y los grandes almacenes están mermando la prosperidad de estos locales dedicados a la venta de productos de metal, así como de utensilios y pequeña maquinaria de bricolaje.
De padre a hijo
El sector ferretero, como muchos otros, es de los oficios que suelen decir que pasa de padre a hijo. Así pasó en El Compás. Hace 55 años que Domingo Sobrino Vicente montaba su negocio en la calle Ángel Senra. Precisamente el mismo año de la inauguración nacía su hijo, Domingo Sobrino Pena, quien toma las riendas hoy en día y, tristemente, no ve demasiado futuro. “Es muy difícil mantenerlo y nadie se quiere hacer cargo. Cuando me jubile, cerraré”, explica Sobrino, quien vio con sus propios ojos cómo la llegada de internet bajó sus ingresos de la noche a la mañana: “No puedes competir con Amazon. Internet nos hizo más daño que las grandes superficies”, apunta el dueño de El Compás.
Mismo caso es el que vive Óscar Naya, dueño de la ferretería Marconi. Cuando su padre montó el negocio –en aquel momento ubicado en la calle Marconi– en 1969 seguro no pensaba que, cinco décadas después, iba a estar preocupado por saber qué pasará con su local cuando él se jubile: “Yo podría estar jubilado pero lo que más me duele es que no tenga a nadie que quiera seguir”, comenta Naya, consciente del cambio que necesita un local que nadie parece querer ver prosperar. “Esto necesita otro paso. Hay que saber reinventarse”.
El regente de Marconi, como muchos otros, considera inevitable el futuro del sector. “Hace 30 o 40 años los barrios estaban llenos de carpinterías y de otro tipo de comercios del estilo, es decir, profesionales que dejaban mucho dinero en la ferretería por la compra de materiales para después utilizar en sus trabajos posteriores. Hoy de eso solo queda un 2%. Hace diez años facturaba 5.000 euros al mes, ahora si llego a 1.000, es mucho. Sobrevivo de la venta al por menor”, dice.
De esta forma, asegura que el fuerte de este tipo de negocios es la gran cantidad de artículos “variopintos” que tienen y, sobre todo, la fiel clientela del barrio: “Esta ferretería es la ferretería del barrio. Somos muy conocidos y la clientela más habitual que tenemos es la persona de la calle, con la que llevamos tratando toda la vida. Cuando cierre la ferretería, la vamos a echar mucho de menos. No le damos el verdadero valor que tiene”, concluye Óscar Naya.

