La hora de la verdad

El domingo Rajoy ganará el partido porque le asiste la fuerza de la razón. Pero perderá la eliminatoria, porque la razón sin dialogo y sin cintura política solo deja un reguero de frustración que encuentra su caldo de cultivo en los sectores más jóvenes de la población. El PP nunca tendrá peso en Euskadi porque Aznar se equivocó de planteamiento. Euskadi quería la paz, pero Aznar quería la victoria; y ambas cosas no son lo mismo como me explicó un día Pepe Bugallo, inolvidable alcalde de Santiago y gran cabeza desaprovechada por su partido.
Algo parecido ocurre con Rajoy, cuando cerró la vía del diálogo con los moderados para aislar a los radicales, que son los que marcan la agenda, aupados involuntariamente por el mismo e impagable servicio que Aznar le prestó a Carod-Rovira: un marketing y una proyección impensable. Porque lo que subyace es una búsqueda desesperada de votos para legitimar la corrupción que ya es metástasis tanto en el PP como en el PdeCat, ex CyU. Pedro Sánchez, tras su máster acelerado sobre cómo sobrevivir a tu propio partido, ha aportado la única propuesta sensata en esta ópera bufa. Algunos hace años que lo venimos diciendo: revisemos el modelo territorial, que lleva más de 100 años sin ser revisado, con superposiciones forzadas por la coyuntura de la transición. Pero revisémoslo conjuntamente, no como propuso el inductor de este caos, Zapatero, cuando aceptó negociar con Cataluña primero, dejando a los demás para pelearnos por las sobras.
Esto debería haber sido el hilo conductor de un diálogo político, que ojalá no llegue tarde. Porque las desafortunadas declaraciones de Guindos solo pueden haberse hecho desde el miedo a la incapacidad del Gobierno para salir de este atolladero con algo distinto de la fuerza. Plantear lo que planteó significa el reconocimiento de que algo de razón tienen los catalanes en las reivindicaciones no atendidas que derivaron en la situación actual. Pero también subyace el temor más que justificado a que seamos los leales los que paguemos los acuerdos económicos que Guindos sugiere. Los que no sabemos lo que es un AVE, seguiremos sin saberlo para financiar a los que hace años que lo tienen; y seguiremos sin tener un tren moderno hasta Lisboa, una red de mercancías europea desde Monforte, o una conexión moderna del interior gallego. Lo que quiere decir que además de burros, apaleados. Son las cosas que tiene apostar todos los huevos a la misma cesta.
Feijóo tiene ahora una oportunidad de oro para demostrar si prioriza a Galicia por encima de su partido, y de sus ambiciones políticas. Usando su teórica fuerza de barón, amparado por sus mayorías absolutas, para bloquear las propuestas de Guindos que no se discutan en una mesa donde esté Galicia. Y para eso sería bueno abrir un diálogo institucional y buscar el consenso con todos los que representen a los gallegos/as. Sin la arrogancia con la que trata a la oposición y a su líder, Luis Villares, persona tolerante, con la que se puede discrepar. Lo que, por cierto, no es posible con Feijóo. Porque las mayorías a veces producen arrogancia. Y la arrogancia, a su vez, produce ceguera y sordera. Así que ahora podremos constatar si Galicia tiene un líder político, o apenas un burócrata con una envidiable baraka.

La hora de la verdad

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