Aquí mando yo

Con el Parlament y el Govern de la Generalitat en rumbo de colisión con el Estado, el PP ha querido amarrar la presidencia del Tribunal Constitucional para demostrar que “aquí mando yo”. El papel clave que el alto tribunal ha jugado, y le va a tocar hacer en los próximos meses, no se podía dejar al albur de posibles adelantos electorales o de que Pedro Sánchez recupere el poder en el PSOE y ponga patas arriba la, ya de por sí, inestable situación parlamentaria. Porque una cosa es el reparto de candidatos y otra diferente el voto ponderado del presidente de la institución. Después que de que el Constitucional se haya convertido en el emblema de la batalla de los partidos por controlar todos los poderes del Estado, de que las discrepancias por los nombres y las biografías de sus miembros hayan tenido bloqueados los nombramientos en numerosas ocasiones, parecía que el PP se avenía a negociar.
Fue un espejismo. Permitió que en el Senado el PSOE presentara y votara a sus dos candidatos y ellos a los otros dos. Nada más. A partir de ese momento se acabaron los pactos. El presidente del tribunal eran palabras mayores. Propuso a Andrés Ollero a sabiendas de que sus largos años como diputado del PP le hacían inelegible. No se han salido con la suya pero el recién elegido, Juan José González Rivas, que llegó al Constitucional desde el Supremo a instancias del PP, es también “uno de los nuestros”. Si a eso se suma que la vicepresidenta, Encarnación Roca, elegida a propuesta del Parlament de Cataluña con los votos de la entonces CiU y el PSC, ha votado casi siempre con el sector conservador, ganan de calle.
Hasta ahora, y con el fin de salvaguardar la imagen de independencia del Constitucional, el vicepresidente era elegido en las filas del sector minoritario para compensar. Pero Encarnación Roca, pese a sus orígenes, rompe el equilibrio del reparto de fuerzas. Para manifestar su descontento, los progresistas se han abstenido sabiendo que daba igual lo que hicieran porque los siete votos de los afines al PP ya habían inclinado la balanza. Ahora, más que nunca, es cuando el Constitucional debe mostrar una imagen de pluralidad que preste no solo la legitimidad a sus sentencias si no también el respeto de todas las fuerzas políticas.
Dada la incapacidad del Gobierno y de la obcecación de Junts pel Si para sentarse a negociar, el Constitucional debe ser el reflejo de la pluralidad que señalaron las urnas. Porque, si al final falla hasta el intento de que Puigdemont explique en el Senado su propuesta de referéndum y consienta en las preguntas del resto de la Cámara Alta, si además el Parlament, mantiene unos presupuestos donde se contempla el gasto de un referéndum ilegal, solo quedará el recurso al Constitucional.

Aquí mando yo

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