Siempre nos quedará París

Cuando hablamos de Rafa Nadal siempre lo recordamos tendido en el suelo y embadurnado de arena, su querida arena parisina, celebrando uno de sus triunfos, y ya van diez, en Roland Garros. Hacía tres años que el de Manacor no saboreaba la victoria en lo que para él es la madre de todas las batallas.
Pero los últimos tiempos no han sido fáciles para Rafael Nadal. Sus recurrentes lesiones le llevaron a pasar un tiempo excesivamente prolongado en el que su moral y estado anímico le han pasado factura. Su cabeza le pedía paciencia, serenidad y descanso.
Pero no era fácil aceptar una situación en la que muchos aficionados y críticos vieron en este parón la posibilidad de que Rafael Nadal no volviera a ser el que todos queríamos y añorábamos.
Se hablaba incluso de su retirada debido a los problemas físicos que sufría, pero el tenista español volvió a demostrar su poderío, su lucha y tenacidad para sobreponerse a las circunstancias adversas. Su innegable fuerza mental le ha llevado nuevamente a lo más alto del tenis mundial.
Rafael Nadal sigue siendo humano. Sigue con sus manías, unas visibles y otras que quienes le miman y cuidan, nos descubren que acostumbra a ver dibujos animados antes de disputar una final ya que la tensión del momento le impide dormir.
Atrás queda su primera Copa de los Mosqueteros. Era el inicio de una carrera de ensueño desde que se consolidara en la élite en aquel 2005, cuando nació su leyenda en la capital francesa. Atrás queda también aquella imagen ya típica de Rafael Nadal.
Su melena al viento dominada y coronada con una cinta, sus pantalones tipo pirata y su ya característica camiseta sin mangas.
Con el paso del tiempo, esa fotografía se fue diluyendo y convirtiéndose en una estampa más formal pero también desenfadada.
Lo que no ha cambiado es su estilo inconfundible de venerar el tenis, sus creencias, sus filias y sus fobias. No es cuestión de ganar un punto, un set, un juego o un partido.
Lo de Nadal es para demostrar que no hay nadie como él en la tierra. Por eso siempre nos quedará París.

Siempre nos quedará París

Te puede interesar