ESPAÑA ESTÁ ENFERMA

En medio de tanta confusión y tanto sinvergüenza, no acabo de decidirme por dónde tirar hoy. Me debato entre el deporte y la cantidad de ladrones que día a día salen a la palestra. Y en el último momento, aparco el deporte para otra ocasión y me meto de lleno en el aumento espectacular de casos que nos sorprenden cuando el día amanece y uno enciende el televisor para ver lo que ocurre en este mundo, casi siempre tan miserable y tan cruel, que acaba encabronándome y avergonzándome. En este caso, la vergüenza es un eficaz represor social, algo así como aquellos “polis” de las series americanas que persiguen el delito. O aquel otro maestro que acecha la ignorancia, y en el deporte, un árbitro que traduce disimulos. Es evidente que vivimos un presente de fraude masivo y denunciamos una y otra vez que los estafadores sociales y los caciques de turno no tienen sentimientos, ni ética, ni moral ni escrúpulos. Y en estos tiempos, lamentablemente, aparcando el fútbol, siempre acabamos hablando de lo mismo.
Hay quien dice que cuanto más culta es una sociedad más se ensanchan sus tragaderas para la disidencia y la provocación. Un servidor diría, sin embargo, que este país, al que cada día veo más enfermo, lleva el camino contrario. Los carcas abundan cada día más. Los Urdangarines, las Pantojas, los Bárcenas, los Pujoles, los ladrones de preferentes, los Blesas, los Ratos, los Granados, los Monago y Carlos Muñoz, los ERE, Sevilla, Diputaciones, Ayuntamientos, Alfonso Grau con el agravante de su chulería, el exdirigente del sindicato minero José Ángel Fernández Villa… Que inmundo gueto de buitres Más o menos españoles, como diría Sabina, sin olvidarme del enfant terrible y pequeño Nicolás. quien ha revoloteado a sus anchas por todo el territorio español ante la sorpresa de quienes gobiernan este país y ante la seguridad nacional sin que nadie haya puesto coto a semejante atrevimiento. Ser un niño terrible siempre ha sido un buen negocio. Claro, que hay que medir los riesgos.
Hace falta tener bien calada a la sociedad para saber cuánto puede uno dilatar la frenada antes de tragarse el muro. Esto, que puede parecer un ejercicio de lo más vulgar, tiene su complejidad y su arte. No es fácil quedarse en el punto justo de incorrección, en el milímetro escaso de terreno que separa la travesura de la trena. Y ya se sabe, los secretos funcionan bien mientras no se saben sus destinos. Y aquí no pasa nada.

ESPAÑA ESTÁ ENFERMA

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