Villares se autoconsuela

Si ya en la vida misma quien  no se consuela es porque no quiere, en análisis postelectorales ello es así de manera especial. Las urnas suelen ofrecer a los grupos políticos perdedores un resquicio, un dato al que aferrarse para comparecer aparentemente satisfechos en la noche electoral ante la opinión pública y dar pie a tertulianos y comentaristas varios a que, al menos, “se han salvado los muebles”.
Lo malo es cuando el autoconsuelo enmascara la realidad de las cosas y dificulta la necesaria autocrítica. Es un poco lo que le está pasando a Luís Villares, cuando justifica el haberse quedado el domingo 25 por debajo de las expectativas suscitadas al hecho de que la En Marea que lideraba era una alternativa nueva a la que le había “faltado tiempo” para explicarse ante y colocar su mensaje.
Nada más lejos –me parece– de la realidad. Cierto es que la candidatura despegó tarde por mor del forcejeo mantenido con la amalgama de fuerzas afluentes y en especial con Podemos, quien con siete de los catorce diputados electos terminó por llevarse el gato al agua. En este sentido, el balance no fue precisamente brillante para las mareas atlánticas. La campaña, además, fue agresiva en exceso. Más que seducir según el querer errejonista, Villares lo que hizo fue asustar al modo de Pablo Iglesias. Oído lo oído, va a tener difícil, en efecto, su retorno a la magistratura. 
Pero el electorado sabía muy bien quién y quiénes eran. Conocía muy bien su radicalismo, sus utopías irrealizables y la ineficacia de gestión en las plazas donde gobiernan. No era preciso que se explicaran mucho más. Lo que sucedió fue, en consecuencia, que buena parte del electorado no le compró la mercancía. Ni en las ciudades donde pasan por tener sus mejores feudos: veinticinco mil votos perdidos solo en A Coruña, Santiago y Ferrol. Lo que sucedió fue que buena parte del electorado optó por la moderación, el realismo, el orden frente al ruido y el “sentidiño”. 
Dos grandes cuestiones quedan sobre la mesa de En Marea de cara al futuro inmediato: la conformación de una estructura orgánica más cohesionada y el peso del discurso nacionalista, que algunos próceres como Xosé Manuel Beiras quieren acentuar. En este última tarea da la impresión que no lo van a tener fácil ante el impulso y las esperanzas que Ana Pontón ha dado al BNG. 
Una formación política ésta hoy unida y sólida y toda una líder joven, pero curtida en las lides nacionalistas, sin influencias foráneas, que ha hecho una muy buena campaña, cuya actitud decidida en modos y maneras resulta atractiva, y que cubre el flanco de la izquierda con un discurso al que no le faltan componentes de extracción podemita. No les esperan buenos tiempos.

Villares se autoconsuela

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