URGENCIAS HOSPITALARIAS

Ni con sacacorchos le arrancaron los periodistas al presidente Feijóo un aval a la conselleira de Sanidade por la actuación de ésta en la crisis de las saturadas urgencias hospitalarias. Por dos veces se lo plantearon expresamente en la rueda de prensa que siguió al consello de la Xunta del jueves y por dos veces el presidente salió por peteneras.
Y aunque con ese su silencio dejara a la conselleira un poco a los pies de los caballos, el presidente prefirió refugiarse en el burladero de las bondades generales del sistema y, muy en especial, en el aprobado plan de renovación tecnológica para los hospitales del Sergas, llamado a dotar a éstos de los mejores equipos que pueda haber en el mundo (sic) y cuestión a la que dedicó buena parte de su encuentro con los informadores. Ya se sabe que Feijóo es muy cuidadoso en esto de salvar su imagen.
El presidente volvió a pedir perdón e insistió en su criterio de que el sistema tiene que dar respuesta a todos los pacientes que llegan a los servicios de urgencia. Cierto. Pero, a mi juicio, incompleto y hasta peligroso. Porque también habría de haber señalado, como lo hizo la conselleira Rocío Mosquera, la parte de responsabilidad que en el colapso les corresponde a esos enfermos que no se habían vacunado (hasta un 70 por ciento de los ingresados), a pesar de las facilidades que para ello hay y de las  campañas desarrolladas.
Creo también que el presidente debería aprovechar sus comparecencias públicas para hacer un poco de pedagogía. Esto es, para concienciar a los ciudadanos de que Urgencias hospitalarias no puede ser el cajón de sastre al que se acude ya de entrada, cuando no pocas incidencias –como la gripe– podrían y deberían ser atendidas primero en ambulatorios y centros de salud.
Está ciertamente muy arraigada  la idea de que “si quieres que te atiendan, hay que ir por Urgencias”. Por eso –digo– es importante la tarea pedagógica en el sentido de que las cosas van cambiando y que los médicos de familia, aun con todas las inevitables deficiencias que se quiera, cumplen hoy con eficacia la tarea para  la que fue concebida la atención primaria.
De otra manera, el criterio de que Urgencias, como dice sin más el presidente, ha de atender a todo el que llegue por la puerta es harto peligroso. Porque de ser llevado a la práctica,  no habría hospital suficiente  y que lo resistiera. Prefiero, pues, quedarme con el llamamiento de los propios médicos de Urgencias a hacer “un uso juicioso del servicio”, que está para otras cosas: para ocuparse en tiempo y forma de patologías más graves y discapacitantes.

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