TRABAJAR PARA HACIENDA

Algo más de medio año es lo que  españolito medio trabaja para Hacienda. Exactamente, 184 días.  Los que mediarían entre el 1 de enero y el 3 de julio. O lo que es lo mismo: el 50,4 por ciento del año. Es el tiempo que,  según el think tank  o laboratorio de ideas Civismo,  aquél emplearía para pagar sus impuestos. Es decir, para financiar el Estado -del bienestar y del malestar- de que nos hemos dotado.
Así pues, estaríamos hablando de una horquilla similar a la del  año pasado, pero también de unos máximos históricos: de nueve días más que en 2010, cuando ya andábamos metidos en plena crisis. Las alzas fiscales serían atribuibles principalmente a las subidas del IVA y del IRPF.
Por eso, el citado 3 de julio ha sido declarado para este 2014 en curso como el Día de la Liberación Fiscal (DLF). A partir de esta fecha, el trabajador español con un sueldo medio de 24.000 euros brutos al año comenzaría a laborar para sí mismo. Le quedarían por delante 181 días.  Tres menos de los que habrá invertido para cumplir con el Estado.  Por supuesto, el DLF se cumpliría un poco más tarde si se incluyeran  en el cómputo los intereses de la deuda pública, que en realidad vienen a ser como un impuesto diferido. Y concretando un poco más: de las 184 jornadas en cuestión, 102 lo serían para pagar la Seguridad Social; 41 para hacer frente al impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF); 25 para pagar IVA; 11 para impuestos especiales, y 5 para otros gravámenes.
Si se analizan los datos por territorios, País Vasco y Navarra es donde los ciudadanos habrían empezado antes a trabajar para sí mismos (cinco y tres días, respectivamente); consecuencia de un  privilegiado sistema de financiación que les permite tener que pagar menos impuestos. Por el contrario, a Cataluña y Cantabria, con un impuesto sobre bienes inmuebles (IBI) muy alto,  el DLF les llega más tarde: nueve días después que en las  dos primeras comunidades autónomas citadas. Galicia, por su parte, se habría liberado una jornada antes que la media nacional. Exactamente, el 2 de julio.
Bien pueden extraerse de todo ello al menos un par de grandes conclusiones. Una: que para  una más que notable mayoría de los casos la cifra pagada en impuestos por el trabajador español supera con mucho su consumo personal de servicios públicos y solidaridad adicional. Y dos: que el esfuerzo fiscal o porcentaje de nuestros ingresos que se van a impuestos es uno de los más altos de Europa. Y en esto prácticamente está de acuerdo medio mundo: cuando el fisco exprime en exceso a quien produce riqueza, la actividad económica se desincentiva.

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