Solo ante el peligro

La declaración del supuesto “ciudadano” Mariano Rajoy ante la sección de la Audiencia Nacional que juzga la primera etapa del caso Gürtel, fue sorteada con cierta soltura, habida cuenta de que el presidente del PP y al mismo tiempo del Gobierno apenas incurrió en errores tácticos, se mostró cómodo y seguro, y se desvinculó una y otra vez de cualquier responsabilidad sobre las cuentas del partido.
Esta es al menos la impresión que ha abundado en el balance hecho a posteriori por medios políticos y periodísticos. No sé si porque los abogados de la acusación no anduvieron muy finos; porque a estas alturas de su dilatada carrera el “ciudadano” Rajoy va teniendo ya más conchas que un galápago, o por ambas circunstancias a la vez, lo cierto es que el presidente del Partido Popular y del Gobierno salió bastante bien parado de un acoso –primer envite– político y mediático que culminaba en un estrado judicial para declarar como testigo.
Sin embargo, tengo para mí que lo más notable de la jornada no fue ni el fracaso del circo mediático que algunos habían pretendido, ni la defensa sin fisuras del supuesto papel político que en exclusiva le habría correspondido como responsable máximo de campañas electorales, ni el ramillete de frases ingeniosas de las que suele echar mano en sus comparecencias comprometidas, sino el posterior canto que hizo a la colaboración con la Justicia en un acto de partido aprovechado para la ocasión.
Supongo que por sus adentros la procesión sería muy otra, porque las citaciones judiciales no suelen gustar a nadie y la suya no había sido, a pesar de todo, fácil de manejar.
Ya cuando fue convocado a comparecer presencialmente y no por viodeoconferencia como tantos otros dirigentes políticos se desmarcó en público del lógico enfado que en Génova ello produjo. Ahora con ese su “estoy contento de haber colaborado con la Justicia, como seguiremos haciéndolo”, ha redondeado la faena.
Tal vez a un presidente de Gobierno no le corresponda otra cosa que mostrar en las duras y en las maduras, en la salud y en la enfermedad, tal perfil institucional. El cuerpo a cuerpo dialéctico es cosa de otros. Del partido, sin ir más lejos. Y aquí, a mi juicio, el problema reside en que el Partido Popular como tal debería callar menos y salir mucho más y sin complejos a la palestra pública.
Parafraseando un conocido pasaje bíblico, el PP parece oveja llevada al matadero, muda ante sus trasquiladores. No obstante, como escribía días atrás el columnista Ignacio Camacho, por lealtad a sus electores no debería dejarse conducir al paredón mediático con las manos atadas y los ojos vendados.
No se trataría del maldito “y tú más”, sino de evitar el estigma de indeseable y culpa innata con que sus rivales tratan de marcarlo. Porque en palabras del propio Mariano Rajoy, todos tienen sus historias.

Solo ante el peligro

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