SIN REMEDIO

El silencio que en el seno de las filas socialistas ha seguido al trompazo de Pedro Sánchez en sus correrías por la investidura ha reafirmado la condición del candidato como perdedor sin paliativos.  Ni una sola voz de reconocimiento ha salido de sus propios compañeros. Lo normal es que después de su fracaso en las urnas del 20-D y de esta tamaña desautorización interna el todavía secretario general del partido hubiera dimitido ya. 
Pero no. No sólo ahí sigue, sino que continúa repitiendo la cantinela de siempre: mano tendida, voluntad de acuerdos con Ciudadanos y Podemos, y tajante negativa –su gran error- a pactar con el Partido Popular. Esto es: los mismos mantras que le han llevado al estrepitoso revés  de estos tres largos meses últimos. Parece no tener remedio. 
De todas formas, no son pocos los que pretenden blanquear a Sánchez metiendo en un mismo saco de responsabilidades o culpas a todos los principales protagonistas del proceso postelectoral vivido y llegando incluso a hablar  de “fracaso colectivo” de la política y de los políticos. 
El jeroglífico político no era fácil de resolver. Estoy, sin embargo, con quienes entienden que la única razón por la que esta misma semana el jefe del Estado ha de disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones, es por la actitud contumaz, terca y obcecada del único que podía haber ayudado a conformar una mayoría viable. Y ese “único” tiene nombre y apellidos: Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Y siglas: PSOE como responsable subsidiario.
Veremos a ver qué sucede en las primarias socialistas de dentro de un par de semanas, donde la militancia va a poder enviar a Ferraz algún recado. Y habrá que ver también si ese perro del hortelano que ni come ni deja comer y que responde al nombre de Susana Díaz aparece o no en la campaña. Porque en el  supuesto primero las perspectivas socialistas podrían cambiar a mejor.
Concluida la legislatura más corta y estéril de la nueva etapa democrática, entramos, pues, en un nuevo proceso electoral. Las elecciones de finales de junio se presentan como una segunda vuelta de las habidas en diciembre. Muy probablemente se repitan listas y programas. Es una pena que no lo haya podido hacer ya hace tiempo la ciudadanía. No lo prevé así una ley electoral que, aunque repetidamente modificada, lleva fecha de 1985 y está pensada para escenarios y soluciones bien distintas.  
Son, con todo, muy pocas las voces que abogan por esa norma que regule de nuevo no sólo elecciones municipales y autonómicas, sino también generales. 
Tal vez para este último caso haría falta una reforma al efecto de la propia Constitución. Los expertos dirán. Pero lo que está claro es que los tres/cuatro meses últimos no pueden repetirse.

SIN REMEDIO

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