PRUDENCIA PARA TODOS

Se congratulaba hace unos días López Orozco de la llamada de Feijoo a la prudencia a la hora de hacer valoraciones políticas y no confundir imputación con condena ni apertura de sumario con sentencia de culpabilidad. Lo decía el alcalde de Lugo por lo que en ello le va personalmente, enredado como está en el caso Pokémon. Pero no le faltaba razón. Porque, como señalaba también el presidente de la Xunta a propósito del alcalde de Ferrol, no hay compensación posterior para quien ha estado imputado por supuestos delitos que luego no se sostienen de pie. Son heridas de difícil curación y que, quiérase o no, dejan rastro hasta el punto, por ejemplo, de pasar a engrosar el currículo del afectado, como es fácil de comprobar en biografías que corren por las enciclopedias digitales.
Lo que, no obstante, habría que pedir es que esa prudencia sea aplicable a todos; propios y extraños, y no sólo a según quién. Porque de otra manera ello supondría una discriminatoria doble vara de medir. Cierto es que hay casos y casos. Y que la presunción de inocencia no debe ser sinónimo de presunción de decencia. Pero en estas delicadas cuestiones, donde tanto se juega con la fama, la honorabilidad y los derechos de las personas, no es conveniente dejar márgenes para el subjetivismo. Volvía a la carga hace poco el fiscal superior de Galicia, Carlos Varela, con su tesis de que en política si se apela a la presunción de inocencia se está trasladando el problema a un escenario lejano, sabiendo que se tardará en resolver. Pero, a mi modesto entender, la solución no pasa por finiquitar políticamente a alguien por sospechas aun fundadas de comportamientos poco íntegros, sino por contar con un sistema que evite la profusión de imputaciones, acorte los casi eternos procedimientos y agilice la administración de Justicia.
Ya sé que es navegar contra corriente. Pero siempre he mantenido que en la generalidad de los casos si no hay responsabilidad penal acreditada no deberían ser exigibles responsabilidades políticas. Como en lenguaje popular se diría, el que no ha hecho nada malo por nada debería pagar. Me da la impresión de que no tardando van a ser frecuentes sobreseimientos y absoluciones por corrupción; ese saco sin fondo donde confluyen casos de prevaricación administrativa, cohecho, malversación de fondos públicos, tráfico de influencias, recomendaciones y fraudes comunitarios. Pero por lo que vamos viendo, llama la atención la contundencia con que algunos de tales sobreseimientos y sentencias se están produciendo. Lo cual podría considerarse como proporcional a la ligereza con que imputaciones o instrucciones tuvieron lugar en su momento.

PRUDENCIA PARA TODOS

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