POSTAL NAVIDEÑA

En el tiempo litúrgico del Adviento que termina la Iglesia ha propuesto estos días como lectura para las celebraciones eucarísticas algunos de los textos más sugestivos del profeta Isaías. Se trata de los pasajes en que el profeta que consoló a los desterrados de Babilonia anuncia la recreación de la alianza rota y describe con  expresivos términos la paz mesiánica; el nuevo paraíso donde hasta los animales convivirían en armonía: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se acostará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos…”.
No han faltado tampoco las referencias a la concordia entre los hombres, que “de las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas”. Es el anuncio de los tiempos nuevos que para el pueblo judío habrían de venir con la llegada del retoño de la estirpe de David, el Salvador. El anuncio, en definitiva, de la Navidad, que hecha la correspondiente transposición a nuestros días, nos aprestamos los cristianos a celebrar.
Muy lejos, sin embargo, está nuestro mundo de esa la idílica visión que seiscientos o setecientos años antes de Cristo había pronosticado  el primero de los profetas mayores. Tal vez la humanidad ha pasado página para siempre de las grandes guerras que hicieron del pasado, en palabras de Isaiah Berlin, “el siglo más terrible de la Historia”.
Pero en esta hora asistimos a toda una serie de conflictos más regionalizados y a movimientos recién surgidos cuya evolución está por ver, pero que basados algunos en la violencia más extrema y todos en el monopolio de la verdad y la exclusión de cuantos no comparten doctrina política, dogma religioso o etnia tribal,  no auguran futuros tranquilizadores.
Estamos también en los tiempos de la desigualdad; de los descartes de individuos y colectividades que tanto y con razón preocupan al papa Francisco; de esas grandes áreas del mundo y considerables segmentos de población desconectados del sistema. Lo que se ha llamado “el holocausto de la pobreza”. Y estamos, finalmente, en una encrucijada en que el olvido, la negación implícita o el rechazo explícito de Dios contribuyen en notable medida a la perplejidad moral y a la desorientación actual.
No quisiera parecer pesimista en exceso y menos en jornadas navideñas de general distensión. Porque cierto es que así mismo nuestro tiempo ha conocido un progreso sin precedentes en las condiciones de vida de la Humanidad. Tal vez por eso y porque estamos en tiempos de esperanza me atrevería a firmar esta postal navideña con el deseo de esos nuevos tiempos que también tan expresivamente canta el libro de los Salmos: “Que en nuestros días florezcan la justicia y la paz en abundancia hasta que falte la luna”.

POSTAL NAVIDEÑA

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