Plazos flexibles

Pensiones, vertebración territorial de España con la vista puesta en  Cataluña y reforma “de inmediato” de la Constitución para que no puedan repetirse situaciones postelectorales de bloqueo como el padecido, fueron las tres grandes políticas de Estado en las que  el portavoz socialista Antonio Hernando prometió “el empeño prioritario” de su grupo.
Y así como las dos primeras fueron luego objeto de repetidas invocaciones por parte de otros oradores, la referida a la necesidad de introducir mecanismos  que eviten obstrucciones y agilicen la investidura del llamado a ocupar la presidencia del Gobierno, pasó sin pena ni gloria. Nadie más se interesó por ello.
Sin embargo, bloqueos como el vivido no sólo conducen a crisis internas en los partidos, a parálisis de  la maquinaria legislativa  y  a la progresiva irrelevancia de España en el escenario global, sino también y sobre todo a la credibilidad del sistema democrático e institucional.
La propuesta hubiera merecido mejor suerte. No obstante, se quedó corta. Porque se mantendría “el sistema de elección parlamentaria”. Es decir, que seguiría en manos de los partidos el manejo postelectoral de las urnas cuando no existieran mayorías absolutas. Manejos que, como por experiencia bien se sabe, violentan no pocas veces la voluntad  popular.
A juicio de no pocos, cualquier reforma debería dar la última y única palabra al electorado. Y arbitrar mecanismos que otorgaran Gobierno y gobernabilidad. Porque como bien dijo Rajoy,  “lo que no tiene sentido es que a alguien se le deje gobernar y luego no sea posible que ese alguien pueda efectivamente hacerlo”. 
En este nueva etapa política que se abre me imagino el tiempo que se va a perder en negociaciones y consensos; en discutir línea a línea y número a número cada iniciativa que se pretenda sacar adelante. Quiero pensar, por tanto,  que se van a echar de menos las no pocas ventajas de las mayorías absolutas.  Y es que, como bien se dice,  no hay mal que por bien no venga.
Cuestión no menor sería flexibilizar plazos. Porque todo un contrasentido parece lo que está sucediendo, por ejemplo, en Galicia: que tras unas elecciones solventadas por clara mayoría absoluta  y que no han suscitado recursos que pudieran cambiar resultados, se tarde casi dos meses en poner en marcha la nueva Xunta.  Casi dos meses de un Ejecutivo en funciones: desde el 25 S hasta el medio noviembre vencido en que la maquinaria política y administrativa se eche de verdad a andar. 
En esto los británicos nos dan buen ejemplo. En cuanto hay mayoría absoluta o pacto de gobierno, el ganador de las elecciones se presenta en el 10 de Downing Street y empieza a ejercer de inmediato como primer ministro. El premier saliente ya se ha dado la debida prisa para recoger los bártulos. La parafernalia inaugural de legislatura queda para más tarde.

Plazos flexibles

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