A PESAR DE LA DESASTROSA CAMPAÑA

Los pronósticos acertaron a medias. En el referéndum escocés hubo, sí, una altísima participación. Pero el triunfo del “no” fue más claro de lo que los sondeos habían apuntado. Algunos observadores –es cierto– hilaron más fino y pronosticaron que si la afluencia a las urnas era de la importancia que se decía, la diferencia a favor de seguir formando parte del Reino Unido iba a resultar significativamente más notoria, porque ello habría terminado por llevar a los colegios electorales a sectores de población por razones de edad más conservadores.
Y así ha sido. A pesar de la desastrosa campaña llevada a cabo por las fuerzas políticas e institucionales implicadas en la alternativa al final ganadora. Las cancillerías occidentales y, muy especialmente, las europeas han respirado tranquilas. Los mercados ya lo habían hecho días antes.
Ha sido una consulta donde desde el primer momento las cuestiones identitarias han brillado por su ausencia. Una razón más para desautorizar paralelismos forzados. El ciudadano escocés no se acercó a las urnas para dilucidar si la tierra que lo vio nacer o que le ha dado trabajo constituía o no una nación.
A la vista del debate suscitado, parece claro que el elector escocés se allegó a las mismas después de haber sopesado muy cuidadosamente su día a día. Esto es, después de haberse planteado si sus pensiones, sus ahorros, su servicio de salud y su estado del bienestar iban a estar o no más y mejor asegurados desde Londres o desde Edimburgo. Y a pesar de la oportunidad histórica que se les presentaba, han optado por seguir como estaban, tal vez por aquello de que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
Me imagino que también habrá pesado la inestabilidad e incertidumbre que se generarían en el largo proceso de negociación que habría de iniciarse hasta que dentro de un par de años la independencia pudiera ser efectiva, con tan importantes cuestiones a tratar sobre la mesa.
De todas formas, con el incremento de competencias que se esperan Escocia ha ganado ya  como administración autonómica. Y aunque los resultados no le hayan sonreído, el líder independentista, Alex Salmond, ha librado una batalla política y de opinión pública notable. Su dimisión le honra aún más.
El peor parado del proceso ha sido David Cameron. Aseguran que en gaélico “cameron” significa “nariz partida”. Y así, en efecto, ha salido del referéndum el premier británico y líder de los conservadores: políticamente vivo, pero tocado. Muy pocos olvidarán la irresponsabilidad de haber autorizado una consulta innecesaria que tantas cosas ha estado a punto de poner en un brete. Y no sólo en su país.

A PESAR DE LA DESASTROSA CAMPAÑA

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