Pensiones en crisis

Una de las principales recomendaciones que hace algo más de veinte años los partidos consensuaron en el llamado pacto de Toledo fue la creación de la hucha de las pensiones o fondo de reserva, que se habría de nutrir con los excedentes de los años prósperos. Se concibió como un colchón de emergencia para cuando las cotizaciones no dieran para pagar las pensiones y reducir así la presión a que estaba sometido el presupuesto de la Seguridad Social.
Se constituyó formalmente en el año 2000 con una primera aportación de 601 millones; desde 2009 ha cubierto el déficit del sistema; en 2011 llegó a su mejor momento (68.000 millones), y en la actualidad no está lejos de agotarse. Después de la última disposición de 8.700 millones de euros para la extra de julio quedan en caja 25.000 millones, lo que llegará para cubrir sólo las próximas tres extraordinarias; esto es, hasta finales del año que viene. 
En la actualidad hay 2,27 ocupados por pensionista, la relación, sí, más alta desde 2012, pero lejos de los 2,7 que se daban antes d ela crisis. De ahí la importancia de la creación de puestos de trabajo –los dos millones de nuevos empleos en cuatro años con que sueña Rajoy–que aumenten el número de cotizantes como consecuencia de un drástico cambio a mejor de la coyuntura económica. 
Es de recordar que la Seguridad Social fue la Administración que en mayor medida aumentó en 2015 sus números rojos: hasta el 1,3 por ciento del PIB; esto es, 13.600 millones o, si se prefiere, el doble del 0,6 por ciento previsto. En realidad, su deterioro es el principal factor que está empujando a nuestro país a incumplir el objetivo del déficit, peor que el no pequeño desvío de las comunidades autónomas. 
Y las perspectivas para el año en curso no son en modo alguno mejores, cuando el desajuste tiene “alta probabilidad de llegar”, según la Autoridad independiente de responsabilidad fiscal (la institución que vela por la seriedad de las cuentas públicas o AIReF) hasta el 2 por ciento; es decir, hasta los 20.000 millones de déficit. 
Así las cosas, ¿es posible –se preguntan los expertos– que sin medidas adicionales la caja de las pensiones recupere el equilibrio de aquí a un corto/medio plazo? No es probable –responden–, aunque podría serlo con ajustes de baja intensidad, eliminando, por ejemplo, bonificaciones a las cotizaciones o asumiendo el Estado su coste.
Y caben medidas de mayor calado, incluida la entrada del Estado a financiar con impuestos las pensiones, lo cual requeriría un replanteamiento de todo el sistema de seguridad social y un complejo consenso entre los grandes partidos que no se ve en el horizonte. La reforma de las pensiones seguirá, pues, acuciando y esperando. 

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