UN PACTO EN EL QUE NO CREE

El Partido Socialista ha puesto en circulación una nueva modalidad de pacto de Estado: el pacto en el que no cree. Acuerdos o compromisos de alto nivel con el PSOE como protagonista no ha habido muchos, pero han sido variopintos: desde los que  éste ha llevado a la práctica, como los célebres pactos de la Moncloa, hasta los que él mismo promovió, pero de los que se desdijo pasado algún tiempo, como el suscrito para la reforma del artículo 135 de la Constitución. Por no hablar del pacto por las libertades y contra el terrorismo, cuando a la vez que el ínclito Zapatero estampaba su firma con una mano,  con la otra enviaba a sus hombres a negociar con los terroristas.
Pero ahora ha ideado una nueva variedad, esta vez con ocasión del terrorismo yihadista: el pacto, como digo, en el que no cree. La ventaja es que no se ha andado por las ramas, sino que lo ha dicho claro y alto  desde el primer momento. Uno de los muñidores del mismo, José Enrique Serrano, fue rotundo  en el Congreso. “El Partido Socialista –dijo– no avala, no ampara, no asume, no comparte la pena de prisión permanente revisable, ni en los delitos de terrorismo ni en cualquier otro tipo de delito. Es público nuestro compromiso de recurrirla ante el Tribunal Constitucional el mismo día que su traslado al Código Penal se publique en el Boletín Oficial del Estado”.
No sé, por tanto, qué presiones –externas– pudieron llevar a Sánchez a la solemne firma, a pesar de todo, del pacto en cuestión. Y qué presiones –internas– le han obligado a prometer cargárselo en cuanto pueda. Pero cierto es que el acuerdo nace sin la menor credibilidad y resulta casi peor que papel mojado.
Dos son las grandes objeciones del PSOE y de la izquierda, en general, al respecto. Por una parte, el encaje en la Constitución de la prisión permanente revisable. Y, por otra, la propia naturaleza de ésta, que no se compadece –alegan– con la reinserción o finalidad resocializadora que toda pena privativa de libertad debe conllevar, amén de que con ella se estarían vulnerando la dignidad de la persona y  los derechos humanos.
No son pocos, sin embargo, los especialistas que opinan de otra manera. En primer lugar porque la condición de “revisable” la aleja de la cadena perpetua. Y en segundo término porque esa su revisión cada equis años motivaría más al recluso a su reinserción que un horizonte penal de un cumplimiento efectivo de cuarenta años. Pero a la izquierda no le gusta nada revisar sus planteamientos. Ni en caliente ni, por lo que se ve, en frío. 

UN PACTO EN EL QUE NO CREE

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