NACER DE PIE

Si en medio de los grandes elogios que acompañaron su  despedida como secretario general del Partido Socialista  Rubalcaba bien pudo decir aquello de que “en España se entierra muy bien”, con el nuevo ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, ha ocurrido algo similar, aunque en la situación contraria: también se nace muy bien. Casi de pie, en este caso.
Y es que, en efecto, no se recuerda un nombramiento que con tantos parabienes haya sido acogido. Manifiestamente excesivos.  Ha contado –es cierto- con una ventajosa posición de salida: haber sucedido a Ana Mato. Lo digo porque, aquí, cuando después de acoso político y mediático sostenido cae una pieza de caza mayor, a su sustituto o continuador le suele ir bien.
Como en el caso Gallardón: desaparecido éste, a su sucesor Rafael Catalá se le perdona todo. Incluso su gloriosa comparecencia del 9-N cuando apenas habían cerrado en Cataluña las urnas independentistas.
Mucho –y creo que gratuitamente– se ha especulado con el supuesto refuerzo del perfil político que  en estas vísperas electorales Rajoy habría querido inyectar en el Gobierno.  Las cosas –me parece–  son más prosaicas. No quiero quitarle a Alonso los méritos que le puedan asistir por su ingrata tarea pasada como portavoz del grupo parlamentario del Gobierno.  Ha sabido, sí, pastorear a los suyos sin tensiones  importantes. Pero con el Partido Socialista no ha podido en los intentos de consensuar reformas.
De esta forma, Alfonso Alonso ha pasado a formar parte del Ejecutivo para cubrir un hueco y por ser hombre de confianza de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que excepto en materias económicas y aledaños es quien manda.
No en vano cada vez delega más en ella  presidente del Gobierno. No sé, por tanto, si andando el tiempo se va a notar o no ese pretendido mayor perfil político del Gabinete. Lo que sí tendremos será un Gobierno más compacto.
Salvo en una mejor comunicación en el polémico ámbito de la Sanidad y en vender que el Ejecutivo habría logrado salvar el estado de bienestar, no son de esperar  grandes novedades.
Política no es sólo gestión. Política es también batalla de ideas y defensa de unos principios. Y si nunca ha sido este el fuerte del  Gobierno,  menos lo será ahora  con unas elecciones a la vuelta de la esquina por mucho que cambien las caras.
De Alonso se ha destacado sus buenas relaciones con los medios, su mano izquierda, su cintura y habilidad para la negociación. Es conocida su firmeza en el problema del terrorismo vasco. Pero en otras cuestiones y ya desde una responsabilidad ministerial las cosas pueden suceder de muy otra manera. Y me temo que así será.

NACER DE PIE

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