Monarquía para un tiempo nuevo

No hay peor manera de recibir a un nuevo rey que atribuyéndole facultades que no tiene y tareas que no puede cumplir. Es lo que han hecho estos días no pocos medios, politólogos –ahora cualquiera se llama así- y los pesadísimos nacionalistas de siempre, endosando al ya Felipe VI un montón de tareas políticas, reformas sociales y hasta cambios constitucionales que no tiene en su mano realizar salvo dando un golpe de Estado.
Afortunadamente, las palabras de éste ante las Cortes Generales en su primer discurso público respondieron el jueves a sus estrictas funciones constitucionales.  Si el rey Juan Carlos accedió en su momento a la jefatura del Estado de la mano del extinto franquismo sin el rodaje de haber ejercido el cargo a la luz de una Constitución democrática, su hijo y sucesor ha asumido la Corona de muy otra manera; esto es, en un marco democrático y constitucional, vivido ya durante no pocos años.
Él mismo se encargó de señalarlo en uno de los primeros pasajes de su discurso: “Hoy puedo afirmar ante estas Cámaras –y lo celebro- que comienza el reinado de un rey constitucional. Un rey que debe atenerse al ejercicio de las funciones que constitucionalmente le han sido encomendadas”.  
Poco tiempo tardó, pues, en desmentir elucubraciones que se habían hecho sobre el contenido de su mensaje. Sin salirse, pues, del guión y como no podía ser de otra manera,  el nuevo rey/jefe del Estado reivindicó los principios de la Monarquía parlamentaria; una Monarquía renovada para un tiempo nuevo, y una Monarquía para una España unida y diversa, según enfatizó él mismo en más de un momento. Desde esta perspectiva, fueron varios los guiños o especiales referencias del Rey Felipe a las comunidades autónomas. Lo hizo tanto en la fórmula –un tanto forzada- de juramento como en el propio discurso. Muy seguramente sea consciente de la gravedad de la cuestión territorial; el problema más difícil de resolver. Los parlamentarios aplaudieron alguno de estos pasajes, aunque en la España centrífuga que vivimos bien podrían haberlo hecho también con las afirmaciones relativas a la unidad de España, que, por supuesto, no faltaron.
Tengo la impresión de que este querer encajar la España diversa en la España unida va a ser uno de los motivos centrales del nuevo Reinado. Y aunque pueda tener presentes a todos los territorios, no es muy aventurado concluir que Felipe VI lo hace pensando muy especialmente en País Vasco y Cataluña, de donde proceden los desafíos independentistas.
Como era previsible, los presidentes de ambas comunidades, allí escuchando, respondieron a esta mano tendida con su habitual tacañería, sus calculismos y, sobre todo, con la deslealtad institucional que los caracteriza. ¿Alguien podía esperar otra cosa?

Monarquía para un tiempo nuevo

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