Asegura el Gobierno por boca del presidente Rajoy que están preparadas todas las medidas que haya que adoptar para el supuesto de que el proceso independentista en Cataluña siga adelante. Esto es, para prohibir e impedir la celebración del referéndum independentista del 9 de noviembre.
Se trataría, en principio, de los pertinentes recursos ante el Tribunal Constitucional contra la ley de consultas y contra la eventual convocatoria del mismo, así como de un firme aviso a los funcionarios del Estado en aquella comunidad sobre su obligación de cumplir y hacer cumplir la ley. Y como no se espera que al final el señor Mas saque por su cuenta y riesgo las urnas a la calle y, sobre todo, que se lance al balcón presidencial de la plaza de Sant Jaume para hacer una proclamación unilateral de independencia, tal vez por eso no se habla en público de las “medidas necesarias” que prevé el artículo 155 de la Constitución para los casos de incumplimiento de obligaciones. Aunque me imagino que también tienen sitio en la agenda monclovita.
Es lo que algunos, en aparente paradoja, han llamado el “inmovilismo activo de Rajoy”. Es decir, nada de polémicas dialécticas o de nerviosismos ante nutridas Diadas en la calle. Pero sí, un discurso sin altibajos y actuaciones con la Constitución en la mano cuando llega el momento. Esto es, no ante rumores y especulaciones, sino ante decisiones consumadas. Y aunque esta actitud le haya costado más de un incomprensión, el discurrir de los acontecimientos puede darle la razón.
Claro, que una cosa es el presidente y otra las fuerzas políticas y sociales. Aquí es donde se han echado de menos muchas, muchas, voces a la hora de articular un estado de opinión que contrarrestase el largo y enorme ruido del independentismo. Se ha echado, por ejemplo, de menos la voz del mundo empresarial. En la campaña del referéndum escocés que tanto gusta mencionar como referencia, entidades financieras y colectivos de empresarios se están pronunciando sin rodeos ni eufemismos.
Del empresariado catalán, que ya hace cuatro años corrió raudo a la manifestación contra la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto, no cabe esperar muchas otras cosas. Al final, todos son catalanes y eso constituye factor de cohesión de primer orden. Pero los demás no han dicho pío a pesar de lo mucho que se juegan en el envite.
Alguna que otra iniciativa ciudadana ha pretendido hacer pedagogía social y movilizar a la opinión pública.
Pero ha llegado demasiado tarde y demasiado débil ante un cuerpo social que está pensando en su día a día. Y ya se sabe lo que ocurre con los vacíos sin cubrir: que los llenan otros. Y que la oferta genera demanda.