Formación y empleo

Exámenes, cuantos menos, mejor. Deberes, pocos o ninguno. Reválidas o controles externos, lo más lejos o, en todo caso, lo más inocuos posible. Basta la evaluación continua por el profesor de turno. Este es el paradigma –la palabreja les viste mucho- o esquema formal facilón al que sin mayores contrarréplicas se viene ajustando nuestro sistema educativo. 
De la mano del mismo Gobierno que buscaba superar los perversos  efectos de la LOGSE,  la LOMCE  va pasando a mejor vida aun sin haber sido expresamente derogada y sin haber completado su calendario de aplicación. 
Pero el sistema da para lo que da. Según recientes datos de la oficina estadística de la UE, España vuelve a liderar en la Unión Europea la tasa de alumnos de entre 18 y 24 años que abandonan su formación sin título de Bachillerato o FP media: un 20 por ciento de los mismos, con Malta y Rumanía pisando los talones, nueve puntos por encima de la media comunitaria  y lejos, por tanto, del 15 por ciento fijado como objetivo para dentro de cuatro años.
También estos días se ha hecho público un informe sobre empleo y sistema educativo. Parte de la base de que un ciudadano europeo alcanza un nivel de empleabilidad suficiente y razonable al dotarse de una FP de grado medio o superior o de una titulación universitaria. Y aquellos que únicamente ha cursado la educación secundaria básica y/o el Bachillerato como única formación se les considera “inempleables” por falta de bagaje para la realización de un trabajo con posibilidades de remuneración suficiente. 
Pues bien, mientras que en la UE 21 un 26 por ciento de la población entre 25 y 34 años entra como término medio en la categoría de “inempleable” o de difícil empleabilidad , el porcentaje oscila entre el 19 y 20 por ciento de Suiza, Austria y Alemania y el ¡51! por ciento de España. 
Esto es: más de la mitad de la población en dicho rango de edad accede en nuestro país al mercado de trabajo sin más equipaje académico que haber cursado la ESO o, en el mejor de los casos, el Bachillerato.
No habrá que olvidar tampoco que de acuerdo con un estudio de la OCDE cerca de dos tercios del crecimiento del empleo en la Unión Europea entre 2010 y 2020 se prevé que recaiga en la categoría de técnicos y profesionales, la más relacionada según los parámetros establecidos con la formación profesional. 
Las preguntas resultan inevitables: con esa única formación, ¿a qué empleo y remuneración puede con cierto éxito aspirar un joven de esas edades aquí o fuera? O visto desde otra perspectiva: ¿qué empresario y en qué sector puede sentir la necesidad de contratarlo y para qué responsabilidades? 

Formación y empleo

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