El doble discurso de Feijóo

Ya les llueven suficientes chuzos de punta como para que los dirigentes políticos se pongan a echar piedras contra su propio tejado. Y es que, en todo caso,  hay cuestiones  que es mejor lavar en el vestuario. Como en el fútbol de nuestros dolores. Luego se extrañarán de  que les llamen “casta” y de que los acusen de todo lo imaginable.
Lo digo por alguna reciente autoinculpación del presidente Núñez Feijoo en el sentido de que los políticos actuales, situados en 1977, en los añorados primeros tiempos de la Transición, muy probablemente no habrían sido capaces de suscribir los Pactos de la Moncloa ni de haber dado al país casi cuarenta años de progreso.
Se excede –pienso– el máximo responsable de la Xunta y del PPdeG. Personalmente no lo creo así. En aquellas circunstancias, con un país metido de lleno en el paso de la dictadura a la democracia e inmerso en una importante crisis económica, las cosas no habían podido ser de otra forma. Pero en una coyuntura similar los actuales dirigentes políticos, en contra de lo que dice Núñez Feijoo, sí hubieran sabido estar también a la altura de las circunstancias. ¿Por qué no?
Entiendo también que es hora de desmitificar la fórmula de los consentimientos generales. El consenso tiene su especial razón de ser en periodos constituyentes. Pero,  luego, su prolongación en el tiempo y en los contenidos tiene el peligro de que los desencantados tiendan a buscar alternativas en los extremos del arco político o en los populismos tan de moda hoy día.
Superados esos grandes nuevos momentos, lo que procede, pues, es dejar funcionar el juego de mayorías y minorías; que cada quién presente su opciones y prioridades,  y que gobierne quien reciba para ello el encargo de las urnas.
Sucede así mismo que el presidente Núñez Feijoo maneja un doble lenguaje –que no quiere decir contradictorio- si habla de Pedrafita para acá o si habla desde fuera. Aquí suele mostrarse más crítico y allí, más institucional. Allí, la crisis política no radica en el sistema constitucional, sino en las fuerzas de izquierda y nacionalistas. Aquí –lógicamente- le preocupa mucho más el que los efectos de la crisis  le salpiquen lo menos posible. Por eso, tiende a mostrarse como distante del Gobierno central. Incluso no deja que pase desapercibido  el que “hay tiranteces” o “divergencias puntuales”, según la ocasión.
Cierto es que replica y alega no pocas decisiones que el Gobierno central toma, como en materia de Sanidad, primas a las energías renovables, reforma de la Justicia y de la  Administración local, becas universitarias, ley del aborto y otras. Y cierto es también por tanto, que no se trata del dirigente “obediente y sumiso” que reprocha la oposición.

El doble discurso de Feijóo

Te puede interesar