Día de elecciones

Ni que se hubieran puesto previamente de acuerdo. Todos los llamados en principio a ser oposición a partir de esta tarde/noche han coincidido en el gran leitmotiv o estribillo de la campaña: “Feijoo es un bluf. Feijoo se ha creado la imagen ficticia de buen gestor que no se corresponde con la realidad. Todo es propaganda”. Lo han archirrepetido todos ellos, naturales del país y venidos de fuera, algunos incluso con trazos más gruesos de lo debido, como lo han hecho el candidato de En Marea, Luis Villares –juez de carrera!– y acompañantes.
A lo largo y ancho de la campaña, unos y otros han cogido lo peor de las peores estadísticas para adjudicar la responsabilidad al candidato del PP. Aunque se tratara de problemas que le superan en el tiempo, el espacio y la Historia, o de mandamientos de muy otras latitudes. Feijoo, a su juicio, ha tenido la culpa de todo. De hacerles caso, éste vendría a ser una especie de apocalíptico ángel exterminador que habría sometido a la población a indecibles penalidades. Sic. Terrible.
La percepción, sin embargo, de la calle parece muy otra. La Galicia que en una visión catastrofista de las cosas han mostrado izquierda, nacionalistas, mareantes y podemitas revueltos es lo que, en verdad, no se corresponde con la realidad. Tan así es que dos sondeos de estos días -de aparente distinto sesgo- han coincidido en un mismo sentir: en que la opinión de los gallegos sobre el panorama político de la comunidad es mucho más optimista que sobre España.
Alguno reflejaba que la situación es mejor que hace cuatro años y establecía que nada menos que el 37,9 por ciento había mostrado sus preferencias por Feijoo como eventual nuevo presidente de la Xunta. El segundo clasificado –el socialista Fernández Leiceaga– no pasaba del 7,2 por ciento.
No hace falta, por otra parte, recurrir a encuestas para concluir que, con el candidato que hoy presenta el PP, Galicia ha sido una de las pocas comunidades cumplidoras en materia de déficit, deuda y otros parámetros macroeconómicos, y que los recortes y ajustes que impuso la crisis no sólo no han sido mayores que en otras comunidades, sino que como presidente de la Xunta ha maniobrado con habilidad para paliar en lo posible los mandatos restrictivos de Bruselas y Madrid. Los servicios públicos, además, han funcionado razonablemente bien.
Así pues, Feijoo bien puede presentar ante el electorado una gestión más que digna, de dirigente razonable que ha dotado a la comunidad de estabilidad y ha gobernado sin sobresaltos. El peligro no va estar hoy, pues, tanto en el balance de gestión como en una falta de movilización por exceso de confianza en la victoria.
Las urnas –¡ojo!– siempre sorprenden con algo.

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