El desalojo de Orozco

Lo de Orozco en Lugo ha sido espectacular. Y bochornoso. Meses y meses manteniendo contra viento y marea su candidatura para, al final, terminar cediendo con tal de no dejar gobernar a la derecha. Quienes el jueves leyeran el periódico pasado el mediodía se encontraron con que la información al respecto estaba ya vieja. A esas horas ya no valía el “por supuesto, que sigo” que el propio Orozco había mantenido con rotundidad –no sé si con sinceridad– en la tarde anterior. Al menos ha tenido la dignidad de no buscar refugio alternativo en otras instancias y de retirarse de la política.
Ello viene a confirmar varias cosas. Una: que al PSOE nada le importa con tal de tocar poder y de hacerlo a costa de quien sea, como sea y de lo que sea. Dos: la más que cuestionable categoría política de Gómez Besteiro. Y tres: lo ilegítimo y absurdo de este festival de pactos postelectorales de los perdedores al margen de las urnas al que estamos asistiendo.  
Me imagino que la primera de las consideraciones no habrá sorprendido a nadie. Es marca de la casa. Lo ha hecho siempre así y en esta tanda última de alianzas y variopintos consorcios lo ha vuelto a confirmar. Sin ir más lejos, con su apoyo expreso el Partido Socialista va a dejar a las dos principales ciudades y economías del país en manos de formaciones populistas y radicales, nutridas de activistas  sin experiencia de gobierno.
En este forcejeo  el secretario general del PSdeG, Gómez Besteiro,  ha pretendido aparecer una vez más de perfil. Pero todo apunta a que ha sido él quien  más empujado para desalojar a López Orozco. De “presiones irresistibles” se ha hablado como causa de haya terminado por tirar la toalla quien pasa por ser uno de los activos más relevantes del socialismo gallego y quien ha sido alcalde de Lugo durante cuatro mandatos.
Por último, sobre la ilegitimidad de los pactos poco se puede añadir. Que al final, cual es el caso de Lugo ciudad, cinco ediles (del tándem Beiras/Podemos/BNG)  y sus nueve mil votos conjuntos hayan podido no sólo con los 15.000 largos y nueve concejales del PP ganador, sino incluso con los casi 14.000 sufragios y ocho representantes del propio PSdeG, es muestra elocuente del despropósito de un sistema electoral como el que inexplicablemente sigue vigente.  
Dígase lo que se quiera, pero todo frente de perdedores unidos constituye un fraude. No sé cómo estarían hoy las calles del país si una ley electoral hubiera permitido un vuelco tal a la derecha en contradicción con los resultados de las urnas. Serían un puro motín.

El desalojo de Orozco

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