LAS DOS ALMAS DEL PP

No ha tenido mucho eco en estos nuestros lares la presencia, el otro día, del presidente Feijóo en la tribuna  que promueve un importante grupo editorial madrileño. Aquí ya se ha explicado suficientemente. Pero era su primera comparecencia pública en la capital del reino tras el anuncio de su candidatura a renovar mandato en las elecciones de otoño. Poco nuevo en verdad dijo. Dibujó, como no podía ser de otra manera, un escenario electoral, pero referido más al conjunto del país que a esta nuestra comunidad autónoma.
Tal vez por ello y, sobre todo, por la circunstancia en que la comparecencia se producía, el foco mediático se centró tanto en la fotografía de Feijóo con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, muy sonrientes ambos, como en las presencias y ausencias detectadas en la sala. 
Entre las primeras, tres ministros y buena parte de la joven nueva plana mayor del partido; “el aire fresco del PP”, como se dijo. Entre las segundas, nadie o muy poca gente de lo que pasa por ser la vieja guardia de Génova. La reciente renuncia de José Manuel Soria a la cartera de Industria por su antigua cuenta en Panamá y el silencio, cuando no la displicencia, con que fue despedido por algunos de sus compañeros había reactivado la soterrada guerra por la sucesión de Rajoy. 
En ese conflicto interno entre los más fieles marianistas y los que sueñan con que el presidente se vaya pronto, todos miran de reojo a la vicepresidenta del Gobierno en funciones, que, si bien se recuerda, ya compartió algún cartel callejero con Rajoy en la campaña del 20-D, cuenta con el respaldo del poder mediático y en las encuestas internas es la favorita –dicen– al relevo.  
Con tales precedentes, ha resultado normal que la fotografía del presidente gallego con Sáenz de Santamaría haya ocupado aquí y allá más de una portada periodística y que Feijóo, a pesar de su aparente lealtad personal con Rajoy,  pareciera estar políticamente harto complacido con ello. 
De cristalizar –con el visto bueno o el dejar hacer del presidente– esta dinámica interna, quedarían dibujadas en el seno del PP dos almas o corrientes con muy distinta tabla de valores: la vieja guardia, más ideológica y de principios, que ha dado muchos apoyos al partido, y la más renovadora, líquida y trasversal, que concibe la actividad política como una gran gestoría de los asuntos públicos, que rehúye ciertos debates porque cree que las ideas son una distracción en el ejercicio de la política, y que, hoy, además, está harta de cargar con una imagen de corrupción en la que no tuvo arte ni parte. La difícil convivencia o conllevancia de una y otra está por ver.

LAS DOS ALMAS DEL PP

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