¿Quién le presta un enemigo a Xulio Ferreiro?

T enía Xulio Ferreiro dos añitos y España estaba comenzando a moldear la democracia bajo la que hoy la inmensa mayoría de españoles nos sentimos seguros y protegidos. Sonaba Albert Hammond con aquello de “échame a mí la culpa de lo que pase”. Y se le quedó grabado en la memoria. A fuego. Porque lleva no poco tiempo buscando un alma en pena que asuma la culpa de lo que le pasa.
Y lo que le pasa, en realidad, es que se ha apresurado a marcar el terreno. A año y medio de las municipales ya lo tenemos postulado, eliminando posibles rivales en su propia parcela y empapado de campaña electoral. 
Ataca, y ni siquiera conoce a sus rivales. Pasa el rato conspirando. Ha puesto a girar el ventilador para regar por aspersión. Anda un tanto despistado y de vez en cuando se pasa de frenada. 
De un plumazo, y como quien no quiere la cosa, ha conseguido poner de acuerdo a los sindicatos, a los empleados públicos de la Xunta, a sus compañeros de otras administraciones –ya calentitos por episodios anteriores, “orcadas” e intrusismos– y al grueso de los atónitos ciudadanos. Ah, bueno… Y a toda la oposición. Parecía imposible. Todos de acuerdo en que a Ferreiro se le ha ido la boca y en que no tiene más salida que volver a rectificar para acertar.
No contento con su grave error, con su carencia absoluta de autocrítica y preso de su manía persecutoria falsa e infundada, el alcalde remata su semana fantástica con una patada a su jefe de prensa, sin respetar siquiera su convalecencia. Incluso los hasta ahora intocables firmantes en la génesis empiezan a caer. 
¿Qué no será capaz de hacer con el resto de funcionarios, tan funcionarios ellos como los de la Xunta, ahora cuestionados?
No hay ni perdón ni arrepentimiento. Está convencido de lo que ha dicho y cree haber encontrado la mano negra que justificará su incapacidad. La ciudad no tiene timón y navega a la deriva. Ferreiro ve fantasmas donde en realidad lo que hay son oportunidades perdidas. Ni viviendas de promoción pública. Ni centro de salud en Santa Lucía. Ni estación intermodal. Ni ampliación de Alfonso Molina… 
Cunde el mensaje de que la ciudad de A Coruña está perdiendo el resuello a marchas agigantadas. El gobierno local ha arrojado la toalla. Tanto, que ya admite sin rodeos, y por boca de sus más estrechos escuderos, la pérdida del liderazgo en Galicia.
Nos vamos a segunda. No hablo de fútbol. Ferreiro se conforma con tener a quien culpar, aunque los señalados con su dedo no pierdan ni tiempo ni energías en tomarlo en consideración. 
 

¿Quién le presta un enemigo a Xulio Ferreiro?

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