Nuevo jaque de Ferreiro al futuro de la ciudad

Me lo temía, pero por fin me ha quedado claro. Este octubre, que ya agoniza, ha servido para poner varias cartas boca arriba en muchos ámbitos del máximo interés para la sociedad que nos ha tocado vivir. Uno de ellos, el que nos toca más de cerca, es la confrontación de posturas con respecto a la futura fachada marítima de la ciudad. No es baladí. A Coruña siempre ha vivido incrustada en el mar, con un ADN irrefutablemente atlántico. La ocasión tiene la suficiente trascendencia como para no dejarla escapar.
Frente al diálogo y el acuerdo, la pataleta y la parálisis. Frente a un presidente de la Xunta capaz de establecer puentes con Puertos del Estado, un Gobierno local que recibe a su interlocutor con el megáfono en la mano. Frente a un entendimiento que devuelve a la ciudad La Solana y los muelles de Batería y Calvo Sotelo, los que se ofuscan en embarrar el campo y brindar al sol. Más de lo mismo. 
No lo decimos solo nosotros, que también. Lo advierte el propio Partido Socialista, que entre guiños de complicidad, castigo a los coruñeses vía IBI y bandazos políticos de mayor o menos intensidad, ha metido el dedo en la llaga. La obsesión de Ferreiro por enfrentarse con otras administraciones, y en particular con la Xunta y todo lo que representa, nos aboca a todos al fracaso. El alcalde nos hurta oportunidades a los coruñeses. Bloquea la intermodal, bloquea la ampliación de Alfonso Molina, bloquea los beneficios de Programa de Vivendas Baleiras… Con Ferreiro los coruñeses nos hemos convertido en gallegos de segunda división. Y en puestos de descenso.
José Llorca ha estado a la altura de las circunstancias. Selló un pacto con Feijóo generosamente beneficioso para la ciudad, aguantó con estoicismo el órdago de la Marea y marcó con trazo firme los límites: los acuerdos están para cumplirse, la Autoridad Portuaria no se verá asfixiada por el tren a Langostera. El diálogo entre todas las partes implicadas es el único camino.
El grupo municipal del Partido Popular tuvo la ocasión de ponerse a disposición de Puertos del Estado. Lo hicimos con toda la lealtad institucional y con todo el sentido de la responsabilidad. Llorca cuenta con nosotros para avanzar, para centrarnos en lo que toca y para evitar el error de reclamar una actuación global que nos retrotrae a un escenario de hace quince años, hoy obsoleto y susceptible de mejora. Ni más ni menos que lo que el sentido común recomienda para un asunto de este calado.
A Coruña lleva dos años y medio sufriendo el síndrome de La Marea. Es una patología paralizante, molesta, tediosa e incómoda. Pero estamos convencidos de que tiene cura. Tenemos la vacuna. Es cuestión de tiempo. Cada vez menos.
 

Nuevo jaque de Ferreiro al futuro de la ciudad

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