Ferreiro se sube al coche oficial

D e un tiempo a esta parte las comparecencias de Xulio Ferreiro piden a gritos risas enlatadas. Esta semana asistimos a un espectáculo de un alcalde capaz de justificar lo injustificable con una amplia sonrisa. Todo vale porque lo digo yo.  “Me conecté al Candy Crush sin querer”,  “Estaba pendiente de que me entrase un correo o un mensaje” , “Me llevé el Audi A6 con el chófer y mi colega a Portugal porque me da el sueño y no había otro a mano”. 
Ferreiro: para los coruñeses no todo vale, está usted empezando a colmar el vaso de miles de ciudadanos que asisten estupefactos al espectáculo que día sí y día también nos da en la ciudad y cuando viaja por el mundo, algo a lo que ya nos tiene muy acostumbrados. No es que el alcalde no pueda distraerse un rato casando diamantes. Ni siquiera se trata de que vaya a Portugal en bici de préstamo. 
Lo que sucede es que chirría hasta la molestia la incoherencia entre lo que dice y lo que hace. Irse al Congreso a echarse unas partidas mientras habla la portavoz de la causa es una falta de decoro. Cogerse el A6 para viajar hasta Viana do Castelo porque era el único disponible suena a burla porque los dos que viajaron en el Audi habían prometido, literalmente, uno utilizar una furgoneta y el otro, en todo caso, agenciarse un Twingo.
Que no, señor Ferreiro. Que usted no es de fiar. Que aquí hubo un alcalde que prometió no usar el coche oficial, y así estuvo cuatro años. Que cuando le pillan en un renuncio, lo mejor es admitirlo y pedir perdón pero no reírse de la gente. 
Rectificar es lo suyo por favor no vuelva a engañar más a los coruñeses. Tenga un poco más de tacto, aunque sea solo con los que picaron y le dieron su confianza en las urnas. Queda muy feo sestear en el Congreso cuando los de Podemos le han pedido que participe del espectáculo. Respete, al menos, a Iglesias Turrión, que  hizo un meritorio esfuerzo por no sonrojarse cuando le tocó poner A Coruña como ejemplo de la gestión de los alcaldes del cambio.
Ahora va y dice, en el momento de hacer balance de estos dos años, que no se acostumbra a ser la anécdota. Y en realidad, estos dos años han sido una inmensa anécdota. Dos años perdidos que a la ciudad le va a costar recuperar. 
A Coruña comienza a cansarse de una comedia en la que los chistes ya no tienen gracia, en la que abunda la teletienda y en la que el protagonista suele estar ausente. La ciudad no quiere dirigentes agazapados en la trinchera. Necesita líderes con pulso firme y rumbo claro. Esto ya no tiene gracia. Déjese de jugar con los coruñeses y póngase a trabajar, que se le está haciendo tarde.

Ferreiro se sube al coche oficial

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