En casa de Ferreiro, cuchillo de palo

No hay semana en la que no recibamos un puñado de llamadas de vecinos angustiados por la dejadez del Ayuntamiento hacia los temas que verdaderamente les preocupan. Esta vez han sido los del Orzán los que se unen a la cada vez más larga cola de protestas. Hace tiempo que la miopía política le impide a Xulio Ferreiro ver el final de la fila. Ni lo ve, ni hace por verlo. Está a otras cosas.
La situación va virando de la indignación al miedo. Hace dos años que un par de locales de largo recorrido nocturno, dos “after”, vulneran por sistema y a sus anchas el derecho al descanso de los residentes del barrio. Salta a la vista. Cualquiera que pase a primera hora por la zona sabe de sobra a qué se refieren los vecinos: peleas, ruidos, suciedad, alcohol, grafitis, botellón en calles, soportales e incluso en la playa, amenazas… Ya no es un problema de la noche; es pánico a pasar por allí por la mañana, a plena luz del día. Y la Marea, de perfil.
Tenemos un alcalde al que no le preocupa que se incumpla la ley. Lo demuestra día a día en su casa, la ciudad a la que se debe. No pude extrañar, por tanto, que se ponga del lado de los que pretenden romper la convivencia pacífica en Cataluña. El alcalde no nos representa. Ni él, ni sus correligionarios. A duras penas ha conseguido reunir a 200 en su bando. Caras conocidas porque son los de siempre. Es obvio que A Coruña está abrumadoramente del lado del sentido común, del respeto a las normas y del acatamiento a las leyes.
Pero es bueno que los coruñeses sepamos donde está realmente nuestro alcalde. No se le puede reprochar, al menos en este caso, ambigüedad. La Marea aboga por romper, a golpes y de un golpe, el Estado y ni Ferreiro ni sus concejales lo esconden. Alardean en las redes sociales, se hacen eco de los mensajes secesionistas y se recrean en la arenga a la revuelta. No les son ajenos el acoso a los medios de comunicación, el insulto, el chantaje y la violencia. 
El problema es que no lo hacen en primera persona. Arrastran con sus actitudes a una ciudad que está a años luz de esas tesis rocambolescas. Xulio Ferreiro no entiende Coruña. Y si no la entiende, mal la puede representar. La desprecia y le da de lado. Abandona a su suerte a los coruñeses y sus problemas.
Los coruñeses no queremos cuchillo de palo. Queremos respeto por las reglas de la inmensa mayoría. Somos, señor Ferreiro, entiéndalo de una vez, gente pacífica y no nos gusta gritar. No somos de megáfono ni de pancarta. Eso sí; sepa usted defendemos lo nuestro. Y, llegado el momento, pasaremos la factura al cobro.  
 

En casa de Ferreiro, cuchillo de palo

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