Sed realistas, pedid lo imposible

En la caverna “indepe” hay un debate, por llamarlo de algún modo, en torno al realismo en vísperas de la constitución del gobierno de la Generalitat. Más que un debate, una pugna para ver quién es realista y quién no, o, en el caso de que lo sean todos cual unos y otros aseguran, quién lo es más. Sin embargo, y como era de esperar de una gente que vive instalada en la quimera, todos ellos han acabado ignorando qué es la realidad y, en consecuencia, abjurando de la utopía.
La célebre pintada que apareció en mayo del 68 en los muros de París, “Soyez réalistes, demandez l’impossible”, invitaba a soñar fuerte, intensamente, para conducir la realidad a los predios de la utopía, que no es exactamente lo imposible, sino lo que no ha sido posible aún.
Se trataba, pues, de hacer posible lo imposible, todo lo contrario de lo que la facción sediciosa del “procés” ha hecho con su acción gárrula y desatentada: lo posible, esto es, la conquista algún día de la independencia de Cataluña mediante el acopio progresivo de una mayoría incontestable partidaria de la misma, lo ha convertido en imposible al renunciar de partida a ese trabajo, a ese objetivo, reduciendo la causa a una vil asonada, a una rebelión minoritaria y, lo que es peor, de opereta.
Oriol Junqueras, al que las fatigas carcelarias parecen haberle regresado un poco a la Tierra, apela ahora al realismo, a la realidad, como el necesario punto de partida que siempre despreció.
Sectario hasta la médula, aquella “performance” en el programa de Évole con una familia andaluza nunca le sirvió no ya para reconocer, sino siquiera para atisbar la realidad, que ahora para él es el chabolo en el que no cabe otra utopía, otro sueño, que salir de él.
El comediante Carles Puigdemont también apela a la realidad desde su siniestro cuento de hadas, bien que la realidad para él, la que pretende seguir imponiendo a la facción, es únicamente la suya, pues andar libre y de turista a gastos pagados le hace venirse, al parecer, tan arriba.
El caso es que entre los que han abandonado la nave a la deriva, Carme Forcadell, Artur Mas, Carles Mundó, y los que no han podido, se compone el cabal retrato de una gente que por despreciar la realidad traicionaron su utopía.

Sed realistas, pedid lo imposible

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