RIVERA QUIERE SER SUÁREZ

Hay quien hace esfuerzos sobrehumanos por no tener identidad y quien busca una desesperadamente. “Identidad, ¿para qué?”, parecían haberse dicho hasta ahora, parafraseando a Lenin, los partidos emergentes, tan eclécticos y transversales ellos, pero Ciudadanos, que se ha debido creer los últimos sondeos y la inminencia de su ascenso al poder, considera llegado el momento de hacerse con una cuanto antes. Lamentablemente, y acaso por las prisas, la identidad que han pillado es un poco rara y viejuna, la de la UCD, aquel invento de Adolfo Suárez para procurarle una jubilación dorada y sin sobresaltos al régimen franquista.
La personalidad política de Albert Rivera consistía en la total ausencia de personalidad política. Circunscrito a Cataluña, le bastaba con ser la mosca cojonera del nacionalismo narcisista, pero ahora, que se cree llamado a más altos designios, se ha venido arriba y ha decidido, pues no existe ley que se lo impida, reencarnarse en Suárez con todas las consecuencias, incluida la de montar una transición que sería, tras la del de Cebreros, la segunda. ¿Y qué ha hecho, de entrada, para convencer a la gente de su transubstanciación? Sencillo: irse a Ávila con su Ejecutiva y decir que la Ley de Memoria Histórica es un truño, pues no hay, ni hubo nunca, ni vencedores ni vencidos en la mayor tragedia de la historia de España.
Como va tan deprisa el chico, no ha debido de reparar en que con su segunda transición establece que el franquismo no se jubiló con la primera. Ciudadanos viene a amortizar, a jubilar, al PP, para sucederle y heredarle, cual cumple a su efímera condición de partido de derechas joven. Suárez empezó por ahí, pero la diferencia es que cuarenta años después se sabe en qué devino lo que el desenfadado y pugnaz ministro secretario general del Movimiento había empezado: una democracia débil, limitada, enfermiza, afectada por la aluminosis de la corrupción. Pero Rivera no es partidario de la memoria. 

RIVERA QUIERE SER SUÁREZ

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