LA REPÚBLICA

Se acaban de cumplir 85 años de la proclamación de la II República, y nunca hubo nada de vida tan breve, tan fugaz, que haya perdurado tanto. Ni la falsificación de la Historia muñida por la dictadura franquista en aras de su criminalización, ni la despiadada persecución de los republicanos, ni la utilización sectaria de su nombre, ni el pacto de amnesia de la Transición han conseguido ensombrecer la luz radiante de aquel 14 de abril de 1931 que por voluntad del pueblo español y por un pacto de las fuerzas políticas democráticas alumbró el primer gobierno provisional y, al poco, el de la conjunción republicano-socialista que legisló y obró durante dos años con estilo, imaginación y decencia en beneficio de todos lo españoles, de su libertad y de su elevación en todos los órdenes.
Ahora que se habla tanto de la gran coalición convendría recordar aquella que establecieron unos hombres y mujeres de tan diversas ideologías, pero de tan probada honestidad. Ahora que se habla tanto de “altura de miras”, que hablan tanto de ello los que ni tienen altura política ni más miras que el medro personal, debería buscarse aquella referencia de la más cívica y pacífica revolución, y ahora que se demanda a los partidos “sentido de Estado” para que dejen de burlarse de la ciudadanía, bastaría aprender la lección de aquellos que sacrificaron sus carreras, sus haciendas y sus vidas en el intento de construir uno benéfico, garantista, limpio y democrático.
Se acaban de cumplir 85 años del advenimiento de la II República, y familias de toda España lo celebraron como se celebra un sueño que se quedó para siempre, ennobleciéndolo, en el corazón.

LA REPÚBLICA

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