Un regalo de Dios

Erdogan está exultante porque dice haber recibido, con el amago de golpe de estado ful que se dio o que dejó que le dieran, un regalo de Dios. Sin embargo, sabido es que nadie regala nada. Dios, tampoco. Pero si Dios regalara algo, no sería una militarada sin orden ni concierto. Sólo los sátrapas que se creen dioses suponen, cuando se regalan algo a sí mismos, que es un regalo de Dios. Franco, aquél hombrecillo cruel e insignificante, también creyó recibir un regalazo de Dios, España, y así lo hizo acuñar en las monedas: “Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios”.
Se agavillan en el ánimo, éstos días, dos golpes de estado: el uno en la memoria, el nuestro, el de la facción africanista del Ejército, que al fracasar como golpe devino en una guerra larga y monstruosa que se saldó con la muerte, la prisión, la esclavitud y el exilio interior y exterior de millones de españoles. El otro en la actualidad, el del viernes en Turquía, que ha servido a otro césar visionario para fulminar la siempre frágil democracia del país mediante la eliminación de la seguridad jurídica (3.000 jueces, magistrados y fiscales destituidos o encarcelados) y de cualquier disidencia a sus designios teocráticos con una purgas masivas en el ejército y en la policía.
Erdogan, el persecutor de las libertades, cree haber recibido un regalo de Dios con el golpe del viernes: un cheque en blanco. No se imagina uno a Dios, cuando se lo imagina, tirando de talonario.

Un regalo de Dios

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