La mácula de Ana Pastor

Puede que Ana Pastor, hoy presidenta del Congreso, no pudiera emprender o culminar en su anterior etapa de ministra de Fomento muchos proyectos a causa de la crisis económica, pero sí podía haber gestionado mejor, antes y después del espantoso descarrilamiento de Angrois del que se cumplen tres años, la respuesta institucional a la catástrofe. Un informe emitido por la Agencia Ferroviaria Europea avala lo que los supervivientes del accidente del Alvia han venido denunciando: que la investigación sobre las causas y las responsabilidades del mismo, efectuada por el ministerio de Pastor, se cerró en falso. Sin necesidad siquiera de recurrir al meticuloso informe de la dicha agencia europea, todo el mundo sabe, incluida probablemente Ana Pastor, que aquella carnicería se produjo por carecer la línea en la cerrada y peligrosa curva de Angrois de los modernos dispositivos de seguridad que la hubieran evitado. Sin embargo, aquella investigación, base del recorrido judicial del suceso, quiso señalar a un único responsable, el maquinista del fatídico convoy, exonerando de toda culpa a la compañía y al propio ministerio, Fomento, del que depende.
Tal es la mancha de Ana Pastor en su, de otra parte, aseado historial como gestora pública, una mácula que el tiempo no ha borrado ni podrá borrar porque nada se ha aplicado sobre ella para contribuir a limpiarla. Como ministra, más pareció servir en éste caso al Estado que a las personas a las que ese Estado debe proteger, consolar y ofrecer reparación y justicia, y es así como lo perciben las víctimas y cuantos, instruidos en lo que sucedió, se resisten al carpetazo institucional del caso al quedar reducido oficialmente a un despiste del maquinista, como si de ese albur pudiera depender la vida de los pasajeros de un tren lanzado a 200 kilómetros por hora.

La mácula de Ana Pastor

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